Las polémicas declaraciones del sacerdote se realizaron en el documental “Bajo el Silencio”, en el que se narra la historia del grupo terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna, que significa País Vasco y Libertad), que perseguía mediante la violencia la independencia del País Vasco y la creación de un régimen socialista en ese territorio anexionando la región de Navarra y parte del sur de Francia.
En concreto, en el pueblo de Lemona ETA asesinó a dos guardias civiles en 1981, muy cerca de la iglesia.
El sacerdote afirmó en el documental “que un pueblo oprimido al que quieran conquistar responda con violencia, no sé hasta qué punto es terrorismo, eso es una guerra entre bandos, de una nación contra otra nación. Un conflicto había y hay, existía y existe”.
También señaló que, sobre las acciones de ETA, “todos dicen que estuvo mal. Pero una cosa es decir que estuvo mal y otra admitir que no hubo otra forma de hacer”.
Además, se mostró partidario de los homenajes a los terroristas de ETA que salen de la cárcel porque, según aseguró, “otra cosa no se puede hacer [más que homenajes]”.
En otro momento del documental, aseguró que le parecen bien las pintadas que periódicamente aparecen en distintos lugares del País Vasco en las que se reivindica la libertad para los terroristas encarcelados y se humilla a las víctimas: “Pocas [pintadas] me parecen. Debería haber más”, señaló.
Tras conocer estas declaraciones, el jueves 29 de octubre la Diócesis de Bilbao emitió un comunicado de su administrador apostólico, Mons. Mario Iceta, y su consejo episcopal, en el que se lamentan estas afirmaciones del sacerdote.
“Pedimos perdón por el dolor que estas declaraciones pueden ocasionar en quienes sufrieron la violencia terrorista, que atenta contra la dignidad de la persona, embrutece a la sociedad y siempre constituye un mal y una injusticia que nunca puede ser justificada”.
“Desautorizamos y rechazamos dichas opiniones personales que no reflejan el sentir de la comunidad eclesial, le hacen daño y deterioran su labor de reconciliación”, afirman.
Asimismo, recuerdan que “los obispos de las diócesis del País Vasco hemos condenado sin matices toda forma de terrorismo y violencia. Así mismo, hemos expresado en numerosas ocasiones que ninguna lectura histórica de lo sucedido en décadas precedentes justifica ni puede pretender explicar los asesinatos de ETA; la decisión de matar es responsabilidad de quienes recurrieron injustamente a la violencia”.
Recuerdan además que “los ministros de la Iglesia deben manifestar y expresar siempre en el ejercicio de su ministerio de modo nítido la doctrina de la Iglesia y de modo particular sobre estas cuestiones que tanto sufrimiento generan”.
Tras esta carta, y tras la polémica ocasionada por sus palabras, el sacerdote intentó rectificar y remitió una carta a Mons. Mario Iceta en la que se arrepiente de su actuación que, según aseguró, “no expresa adecuadamente mi sentir ni de ninguna manera el de la Diócesis en esta materia”.
El sacerdote en esa carta pide “sinceramente perdón a las víctimas y a todas las personas a las que mis palabras han podido herir y producir daño o escándalo”.
Asegura que “a lo largo de mis años de ministerio he apoyado la postura y las diversas iniciativas de la Diócesis a favor de la paz y la reconciliación, y deseo seguir haciéndolo”.
Por último, asume “las consecuencias que se pudieran derivar de mi comportamiento y pongo mi persona y mi cargo a tu entera disposición”.
Este domingo 31 de octubre, tras reunirse de nuevo el Consejo Episcopal y, tras reunirse Mons. Iceta y su obispo auxiliar, Mons. Joseba Segura, con e sacerdote, han decidido retirarle los oficios eclesiásticos y hacer pública la carta en la que el presbítero manifiesta su arrepentimiento y pide perdón.
Por otra parte, el sacerdote deberá hacer frente ahora a la denuncia interpuesta ante la Audiencia Nacional por parte de la asociación Víctimas, Dignidad y Justicia por “un delito de enaltecimiento del terrorismo y humillación de sus víctimas”.
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