El calificativo de "taumaturgo" se debe a que se le atribuyen muchos milagros -especialmente curaciones-. De acuerdo a la tradición, en sus tiempos, muchos decían que no se había visto a un hombre hacer tantos milagros desde los tiempos de Moisés.
En su juventud planeó trasladarse a Beritos, Fenicia, para estudiar retórica y leyes, pero, a pedido de su hermana, cuyo marido había sido nombrado gobernador de Palestina, se trasladó a Cesarea. Allí conoció a Orígenes, maestro de la escuela catequética de Alejandría. Fue tal el impacto que causó en Gregorio la sabiduría de Orígenes, que decidió abandonar la retórica y emprender primero el estudio de filosofía y luego el de la teología. Con todo, su mente continuó inclinada hacia la filosofía, con la idea de que la religión cristiana era la única verdad y la base para toda buena filosofía.
Los años en los que Gregorio estuvo bajo la guía de Orígenes fueron decisivos en el itinerario que lo conduciría a la verdad de Cristo. En el año 238, cuando terminó sus estudios, elaboró un hermoso discurso de despedida a su maestro, alabando su método y sapiencia para enseñar.
Al regresar a su tierra natal, Neocesarea del Ponto, fue nombrado obispo a pesar de su corta edad. Esos fueron los años de entrega al servicio de los fieles cristianos, en los que Gregorio amó y pasó -como Cristo- “haciendo el bien en la tierra”.
Cuando estalló la persecución del Emperador Decio, en 250, San Gregorio aconsejó a los cristianos que protejan sus vidas viviendo en la clandestinidad y así no se expongan al peligro de renegar de la fe cristiana. Al mismo tiempo, alentó a que si Dios le concedía a alguien dar testimonio de la fe con su sangre, se acoja a Cristo quien derramó primero la suya.
Por otro lado, la tradición conserva algunos relatos que permiten comprender el férreo carácter del Santo. Se dice que Gregorio preguntó alguna vez: "¿Cuántos infieles quedan aún en la ciudad sin convertirse al cristianismo?" Le respondieron: "Quedan diecisiete", y él exclamó gozoso: "Gracias Señor: ese era el número de cristianos que había en esta ciudad cuando yo llegué a misionar aquí. En ese tiempo no había sino 17 cristianos, y ahora no hay sino 17 paganos".
Tras su muerte, el pueblo empezó a pedir su intercesión ante peligros y amenazas naturales, para pedir una buena cosecha o para que se curen las enfermedades.
De él se conservan siete escritos entre libros y cartas.
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Biografía
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