Según la tradición, estuvo casado con una princesa cristiana llamada Berta, cuya piedad y amables virtudes la llevarían a la santidad. Al conocerla, el rey quedó deslumbrado. No obstante, Etelberto no conoció el cristianismo a través de ella, sino gracias al testimonio y la cercanía espiritual que San Agustín de Canterbury y sus misioneros le brindaron. Ellos habían sido enviados por el Papa San Gregorio Magno a evangelizar la Isla.
Cuando el grupo de misioneros llegó al pueblo de Thanet, en Kent, fue inmediatamente recibido por Etelberto. Agustín y sus acompañantes le dieron explicaciones sobre el porqué de su presencia, comunicando al rey cuál era el deseo del Papa. Luego de aquel encuentro, el Santo les concedió permiso para predicar en su reino, y los puso al cuidado de la iglesia de San Martín para que se establecieran en ella.
Las conversiones empezaron a multiplicarse desde aquel momento, y no pasaría mucho tiempo para que el rey y su corte recibieran el bautismo, en Pentecostés del año 597.
San Etelberto concedió permiso para la construcción de nuevas iglesias y apoyó la reconstrucción de antiguos templos y monasterios. Algunas diócesis, como la de Rochester, florecieron en santidad y se convirtieron en ejes de la cristianización de Inglaterra.
Tras 56 años de reinado, San Etelberto falleció en el año 616.
Fue sepultado en la Iglesia de San Pedro y San Pablo, donde descansan también los restos de su esposa, la reina Santa Berta.
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