Juan Francisco Fresno Larraín

Nació en Santiago el 26 de julio de 1926. Realizó sus estudios escolares en el colegio de los Sagrados Corazones de Santiago. Antes de ingresar en el Seminario Pontificio Mayor de Santiago, realizó estudios de ingeniería en la Universidad Católica, en Santiago, sin alcanzar a completarlos. El año 1937 fue ordenado sacerdote por el entonces arzobispo de Santiago, Monseñor José Horacio Campillo. En 1938 partió a estudiar derecho canónico a la Universidad de Roma pero interrumpió estos estudios debido al comienzo de la segunda guerra mundial. De regreso en Chile, a partir de 1940 desarrolló diversas tareas en el Seminario Pontificio Mayor, y fue asesor nacional tanto de la rama femenina como masculina de la Acción Católica. Entre 1955 y 1958 fue párroco de los Santos Angeles Custodios, y en 1958 fue nombrado primer obispo de Copiapó por el papa Pío XII.

En 1960 organizó el primer congreso de la diócesis de Copiapó. Creó el primer preseminario Casa de la Candelaria, el Grupo de Amigas Católicas (GRAC) y el Grupo de Amios Católicos (AMICAT). En 1962 inauguró la primera sucursal del Hogar de Cristo en la zona, y creó el Instituto de Educación Popular. En 1967, el papa Paulo VI lo nombró arzobispo de La Serena.


Participó en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II, y también en las conferencias generales del episcopado latinoamericano en Medellín (1968), Pueblo (1979) y Santo Domingo (1992). Como miembro de la Conferencia Episcopal de Chile, fue su presidente entre los años 1975 y 1977.


En 1983, el papa Juan Pablo II lo nombró arzobispo de Santiago, asumiendo el 10 de junio de 1983. En 1984 tomó parte activa animando el proceso de ratificación del Acuerdo de Paz y Amistad con Argentina, propiciado por la mediación realizada por el Vaticano que impidió el que pudo ser el inicio de hostilidades bélicas en 1978. En mayo de 1985, el papa Juan Pablo II lo elevó a la dignidad cardenalicia.


En continuidad con los esfuerzos de su predecesor, Monseñor Fresno puso todo su empeño en propiciar caminos para una reconciliación entre los chilenos, en el contexto de un serio conflicto político social que amenazaba con desembocar en un espiral de represión gubernamental y violencia social. En los años en que monseñor Fresno se desempeñó como arzobispo de Santiago, tuvieron comienzo masivas protestas populares en contra del gobierno, que costaron muchas vidas por causa de la represión policial, entre ellas la del sacerdote André Jarlan en la población La Victoria. Por su parte, en 1986, un grupo de extrema izquierda intentó asesinar al general Pinochet. Pues bien, en todo ese tiempo la Iglesia chilena se propuso llevar adelante una fuerte promoción de su propósito de alcanzar la reconciliación entre todos los chilenos, lo que, en términos del proceso político, debía significar avanzar de modo no traumático ni divisivo hacia una democracia plena tan pronto fuera posible. Esta línea de trabajo tenía el explícito respaldo del Papa Juan Pablo II, quien en su impresionante visita a Chile en 1987 insistió en que Chile tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamiento.


No es de extrañar entonces que, en ese contexto, el propósito pacificador de la Iglesia chilena tuviera en el Arzobispo Fresno un actor muy activo. Contra todo pronóstico, en 1983 ofreció su casa para que se reunieran el ministro del Interior del gobierno (Sergio Onofre Jarpa) y líderes de la opositora Alianza Democrática, a objeto de buscar fórmulas políticas de apertura y normalización tendientes a la democracia. En 1985 fue más lejos, y alentó la redacción de un acuerdo político entre sectores tanto afines como opositores al gobierno. Esto se tradujo en el Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia. Pese a que el principal destinatario del Acuerdo era el propio gobierno, éste lo rechazó sumariamente. No obstante fracasar formalmente, a la larga la experiencia del Acuerdo Nacional fue un hito muy importante para el posterior tránsito a la democracia, pues proporcionó a sus protagonistas una experiencia de negociación constructiva y de amistad cívica que se consolidó luego de la derrota del general Pinochet en el plebiscito de 1988 y en las elecciones presidenciales y parlamentarias que se realizaron un año más tarde. Las palabras del cardenal Silva Henríquez son una ajustada valoración del Acuerdo Nacional: “Tampoco el diálogo propiciado por el cardenal Fresno, que desembocó en un texto llamado Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia, recibió acogida en el gobierno. Sin embargo, ese acuerdo vino a demostrar que la política chilena podía dejar atrás la fase de confrontación y pasar a una de conciliación. Creo no exagerar si digo que esta gestión del cardenal Fresno fue un elemento esencial en la salida democrática que unos años más tarde hallaría el país”, (Cardenal Raúl Silva Henríquez, Memorias, Ediciones Copygraph, Chile, 1991, Tomo III, p. 263).


Por razones de edad, en 1989 el Cardenal Fresno renunció a su condición de arzobispo de Santiago. A partir de 1990 se dedicó a atender en la diócesis de Melipilla la pastoral de enfermos. Además, ocupó la presidencia de Caritas Chile entre 1991 hasta el año 2000. Sus últimos años los pasó en la comunidad de la Capilla de la Sagrada Familia en Lo Barnechea. Falleció ahí el 14 de octubre de 2004.


Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago

http://bit.ly/1cmmHSN



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