¿Quién es este niño recién nacido? Pregunto acerca de su «persona». ¿Quién es? Cuando sea mayor también Él hará la misma pregunta a sus discípulos: «¿Quién decís que soy yo?» (Mt 16,15).
–San Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (ib.16).
–San Juan: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios… Por medio de Él se hizo todo, y sin Él no se hizo nada de cuanto se ha hecho» (Jn 1,1.3).
–San Pablo: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura; porque en Él fueron creadas todas las cosas, celestes y terrestres, visible e invisibles, Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades, todo fue creado por Él y para Él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él . Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud [divina]. Y por Él y para Él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Col 1,15-20).
–Credo de Nicea (325): «Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Que por nosotros, los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato: padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,y su Reino no tendrá fin» (Denz 125).
La tradición y la liturgia mandan que en la recitación del Credo en la Eucaristía «todos se inclinan» en esa frase que he señalado en negrita. Así está ordenado porque todos los misterios confesados en el Credo son grandiosos, pero la Encarnación del Hijo de Dios es el más grande de los misterios de la fe. De él vendrá el Evangelio, la Cruz, la Resurrección, la Ascensión, Pentecostés, la Iglesia, el Bautismo, la Eucaristía. Pero la Encarnación es el misterio máximo, fuente de todos los otros. El Hijo de Dios eterno se ha hecho hombre, sin dejar de ser Dios.
–San Agustín: «Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz” (Ef 5,14, cf. Is 26,19; 60,1). Por ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.
«Hubieses muerto para siempre, si Él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si Él no hubiera aceptado la semejanza de la carne del pecado. Una inacabable miseria se hubiera apoderado ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si Él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido.
«Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro tan breve v temporal. Éste se convirtió para nosotros en justicia, santificación y redención: y así –como dice la Escritura–: “El que se gloríe, que se gloríe en el Señor” (2Cor 10,17) […]
«Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de nuestra conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en nosotros mismos, sino en Dios. Por eso se ha dicho: “Tú eres mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza” (Sal 3,4). ¿Pues qué gracia de Dios pudo brillar más intensamente para nosotros que ésta: teniendo un Hijo unigénito, hacerlo hijo del hombre, para, a su vez, hacer al hijo del hombre hijo de Dios? Busca méritos, busca justicia, busca motivos; y a ver si encuentras algo que no sea gracia» (Sermón 185).
Oremos. Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía elevaste su condición por Jesucristo; concédenos compartir la vida divina de aquél que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
(Or. Misa del día de Navidad, 25-XII).
Post post.– Consultados expertos liturgistas y filólogos, todos han coincidido en traducir el «todos se inclinan» en el sentido de que «todos deben inclinarse». Todos. E incluso en la Misa de la Navidad «todos se arrodillan». Todos.
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