Pequeño como un niño porque es un niño,
Grande como un Dios porque es Dios,
Ha venido al mundo nuestro Salvador.
Lo mira María y lo mira José
y los pastores, los más pobres,
lo miran también.
En un establo quedaron
pues no había sitio en Belén,
quiso Dios esa pobreza
para todo lo grande y el Bien.
La estrella que hiciera caminar a los Reyes
desde lejanas naciones
mira con gozo hacia abajo
y muestra sus ilusiones
que todo hombre que nazca,
desde ahora en adelante,
tenga al Niño por Padre,
y a la Madre por Madre.
Envuelto en pañales lo miran
aquellos que se han acercado
mientras Herodes espera, el taimado,
noticias de los señores que
fueron a buscarlo.
Pequeño como un niño porque es criatura,
Poderoso como su Padre, a su hechura hecho,
ha nacido la Luz, el Camino, la Verdad más pura.
Fue una noche tan buena, llena de gozo y llanto,
María, que dijo sí, afirma ahora su canto
al Padre que, de los Cielos, prometióle el más alto rango
para Aquel que iba a nacer y que todo iba a cambiarlo.
Y José ¿Qué piensa el justo y santo?
Seguro que por su alma y por su corazón elevado
da gracias al Padre por haberle dado tanto,
por permitir que no dudara de la virtud de María,
por cambiar aquella idea de en secreto repudiarla
y ver como había nacido el Niño de sus entrañas.
¡Oh Dios!, Creador y Poderoso dueño
de tu Creación toda,
gracias te doy, seguro estaba pensando,
por ser yo nada y todo habérmelo dado.
¿Y por el alma de María, qué estaría pasando?
Después de aquel parto, verdaderamente santo,
misterio para nosotros que sólo somos humanos,
debió pensar nuestra niña que todo se estaba cumpliendo,
que Dios nunca mentiría sobre Aquel que había llegado
y que debía guardar, para siempre y no olvidarlo
aquellas cosas en su corazón enamorado.
Sin duda que debemos mucho
y que muchos no lo olvidamos,
que nuestro Padre del Cielo,
Quien nos ama y tanto,
quiso, para salvarnos, que naciera su Hijo amado
y que cada uno de nosotros, que nos llamamos hermanos,
lo tuviéramos por lo mucho, por lo mejor, por lo santo.
¿Acaso nosotros vamos a olvidarlo?
¡Feliz Navidad!
¡Ha nacido Dios, el de sus criaturas enamorado!
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
No olvidemos nunca que Cristo nace para quedarse para siempre, siempre, siempre.
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