Tere Vallés | Fuente: Catholic.net
La Fiesta de la Epifanía sustituyó a los cultos paganos de Oriente relacionados con el Solsticio de Invierno, celebrando ese día la Manifestación de Jesús como Hijo de Dios a los Sabios que vinieron de Oriente a adorarlo. La tradición pasó a Occidente a mediados del Siglo IV, a través de lo que hoy es Francia.
La historia de los Reyes Magos puede encontrarse en Mateo 2, 1-12
Podemos aprovechar esta Fiesta de la Iglesia para reflexionar en las enseñanzas que nos da este pasaje evangélico.
Los Magos representan a todos aquellos que buscan, sin cansarse, la Luz de Dios, siguen sus señales y, cuando encuentran a Jesucristo, Luz de los hombres, le ofrecen con alegría todo lo que tienen. La estrella anunció la venida de Jesús a todos los pueblos. Hoy en día, el Evangelio es lo que anuncia a todos los pueblos el Mensaje de Jesús.
Los Reyes Magos no eran judíos como José y María. Venían de otras tierras lejanas (de Oriente: Persia y Babilonia), siguiendo a la estrella que les llevaría a encontrar al Salvador del Mundo. Representan a todos los pueblos de la Tierra, que desde el paganismo han llegado al conocimiento del Evangelio.
Los Reyes Magos dejaron su patria, casa, comodidades, familia, para adorar al Niño Dios. Perseveraron a pesar de las dificultades que se les presentaron. Era un camino largo, difícil, incómodo, cansado. El seguir a Dios implica sacrificio, pero cuando se trata de Dios, cualquier esfuerzo y trabajo vale la pena.
Ellos tuvieron fe en Dios. Creyeron, aunque no veían ni entendían. Quizá pensaban encontrar a Dios en un palacio lleno de riquezas, y no fue así, sino en un pesebre; lo adoraron y le entregaron sus regalos. Nos enseñan la importancia de estar siempre pendientes de los signos de Dios para reconocerlos.
Los Reyes Magos fueron generosos al ir a ver a Jesús; no llegaron con las manos vacías, pues le llevaron:
Oro: que se les da a los Reyes, ya que Jesús ha venido de parte de Dios como Rey del Mundo, para traer la Justicia y la Paz a todos los pueblos;
Incienso: que se le ofrenda a Dios, por ser Jesús el Hijo de Dios hecho hombre.
Mirra: que se untaba a los hombres escogidos, ya que reconcieron a Jesús como Hombre entre los hombres.
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