Un faro de esperanza para un continente sobre el que se va haciendo más oscura la noche


Sería terrible que la tierra fuese la selva del sálvese quien pueda. Sería terrible que el destino de unos seres humanos fuese sufrir y seguir sufriendo hasta el final, y el de otros vivir rodeado de todos los placeres imaginables. 

Vivir a sabiendas de que no exista justicia alguna. De que en el mundo sólo existan pequeñas justicias parciales e imperfectas, pero no una Justicia. Sería espantoso vivir entre dos nadas. Que la vida entera con todas sus ilusiones, esperanzas, alegrías, cariños, ideales, fuera un poco de luz antes de sumergirse en la nada.
Frente a todo eso está el cristianismo. El cristianismo, con todos sus dogmas, con su magisterio, con sus tablas de la Ley de Dios, con sus Evangelios, con sus santos y sacramentos está colocado frente a esa Nada. Y los milagros son la prueba de que hay un Ser Infinito en medio de esa Nada.

Los europeos quieren apagar la única luz que brilla con la esperanza y la fe. Pero cuando se haga la oscuridad descubrirán esa Nada terrible, esa Nada que genera monstruos. La última vez que la Oscuridad generó monstruos, de ellos surgió la Gran Bestia. Para matarla se necesitó una cruzada mundial de cinco sangrientos años de tinieblas. Era imposible encadenarla. Todas las mentes preclaras fueron unánimes: no puede seguir sobre la faz de la tierra, ningún precio es demasiado alto para acabar con ella. 

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