Conflictos, Matrimonio y Misericordia

Querida Lupita:

Estoy cansada de los pleitos. No sé qué nos pasó. Nos casamos enamorados hace 12 años, pero se ha acabado el amor y ya se me salió del corazón. Tenemos tres hijos, y eso me detiene para dejarlo, pero no siento nada por él; me decepciona, me desespera. No entiendo por qué debo permanecer atada a quien aprovecha toda oportunidad para ofenderme con palabras y con gestos.

Ana Rosa M.

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Querida Rosy:
Puedo sentir en tu carta, que me la has escrito en un momento de mucha tristeza y frustración. Algunos creen que los matrimonios felices nunca discuten, pero no es así.
Somos distintos, venimos de historias familiares diferentes y es imposible que coincidamos en todos nuestros criterios. Siempre habrá diversidad de opinión en los matrimonios; es decir, los conflictos forman parte de la relación.
Por ello, es imprescindible prepararnos para solucionarlos. Los matrimonios bien avenidos saben pelear sin lastimarse. Han aprendido a ventilar el enojo sin hacerse daño.
El Doctor James Dobson, Psicólogo Especialista en Relaciones Familiares, habla de la diferencia fundamental de lo que él llama el combate saludable y el que no lo es.
En sus propias palabras: en un matrimonio inestable, el propósito de la hostilidad suele ser herir, y frecuentemente se dirige en contra del cónyuge. “Tú nunca haces nada bien; no sé por qué me casé contigo; es increíble que seas tan tonta; cada día te pareces más a tu madre”. Estas críticas personales atacan al otro y lo humillan, hieren su auto-estima y no le estimulan para corregir lo que deba corregirse. Esta actitud no ayuda en nada y, en cambio, agrava el problema y aumenta la distancia entre los dos. Se trata de un combate rencoroso y muy dañino.
La clave del combate saludable es que la discusión se centre en el problema y no en la persona. Por ejemplo: “Estás gastando el dinero más rápido de lo que yo puedo ganarlo; me siento fatal cuando no me avisas que llegarás más tarde; me sentí avergonzada ayer cuando hablaste mal de mí con tus hermanas”.
En estas frases se alude al motivo de disgusto, pero no se ofende al otro. Por supuesto que es muy difícil controlar la lengua cuando nos sentimos heridos; por eso es básico esperar para hablar. Recuerda: si estás bajo el efecto de la furia o la frustración, debes esperar.
A esto se refiere el Papa Francisco cuando reconoce que en los hogares vuelan platos; pero, a la vez, nos pide que sepamos perdonarnos por las noches, antes de dormir.
Amar es un arte y una decisión. El amor no es sólo un sentimiento.
El Jubileo de la Misericordia, este Año de Gracia que nos ha tocado vivir, nos convoca a amar más, y no menos. Si tu esposo se te salió del corazón, ¡vuelve a meterlo!; es tu decisión. Amar no es sentir bonito, sino procurar el bien del ser amado. No hables mal de él ni con él ni con nadie. Emprende un camino de oración, rogando a Jesús por su madurez, su salud, su economía, sus decisiones, sus tentaciones… Cada esposa pida por la santidad de su esposo, de su hogar, por la suya propia.
¡Dios escucha y responde siempre!

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