Jesús, Sacramento del Perdón

Juan López Vergara

El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece, complementa el de la semana anterior, que corresponde, conforme a la obra del Evangelista San Lucas, al primer episodio del ministerio público de Jesús. En el de hoy, vemos la inconsistencia de la reacción de sus paisanos, y la original lectura de Jesús, quien elimina todo atisbo de venganza (Lc 4, 21-30).

Una clave interpretativa
Lucas emplea un instrumento literario, conocido como “inclusión”, para conformar un marco de lectura, puntualizando el inicio de la escena: “Vino a Nazareth, donde se había criado; entró, según su costumbre, en la Sinagoga el día sábado, y se levantó para hacer la lectura” (v. 16), y termina con la especificación de que se alejó de ese lugar (véase v. 30). Así, el Evangelista induce al lector a centrar su atención en lo acontecido en la Casa de Oración del pueblo en que Jesús aprendió a leer las Sagradas Escrituras. Por ello, los invitamos a contemplar la escena de forma conjunta; es decir, del Verso 16 al 30.

Desconcertantes reacciones
Resulta extraña la respuesta provocada por la breve homilía de Jesús. En un principio, sus coetáneos dieron su aprobación por la sabiduría de sus palabras; pero, acto seguido, cuestionaron su origen (véase v. 22), terminaron llenándose de furia y hasta pretendieron despeñarlo (véase v. 29).
En los Versículos 18 y 19 encontramos citadas unas palabras del Libro de Isaías, de las que Jesús aseguró: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” (v. 22). Dicha cita contiene una acumulación de diversos Versículos del texto profético (compárese Is 58, 6 y 61, 1-2). Si cotejamos el texto isaiano con las palabras anunciadas por Jesús, constataremos que la segunda parte del Verso 2 del Capítulo 61, que habla del “día de venganza de nuestro Dios”, fue deliberadamente omitida por el Señor. Ello nos permite inferir que Jesús interpretó su Misión como un Tiempo de Gracia para el mundo, donde no hay lugar para la venganza, lo cual ratificó en la Cruz cuando lo vemos rezando por sus propios verdugos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). ¿Acaso se deba a la original lectura de Jesús el sorpresivo cambio de actitud de su pueblo?

Testigos del Evangelio
Todos los cristianos, a ejemplo de Jesús, debemos convertirnos en Mártires; esto es, en testigos de la presencia de esa nueva realidad, capaz de renovar la Esperanza en el corazón de la Historia, donde la venganza brille por su ausencia. Jesús se ha manifestado como el Sacramento del Perdón de Dios, a quien estamos llamados a imitar. Así lo enseña el Poeta Pedro Casaldáliga, Obispo español que ejerció su labor pastoral en Brasil:
Os escribo a todos vosotros y vosotras que habéis dado la vida por la Vida:
Mientras haya martirio, habrá conversión; mientras haya martirio, habrá eficacia [...]
Por Él, y por vosotros y vosotras, sabremos jubilosamente que nos toca resucitar, aunque nos cueste la vida.

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