“La Carta de Jesús”

patrono EDITRoberto O’Farrill Corona

¿Es verdad que Jesús escribió una carta…? Si no es así, sólo se trata de una piadosa leyenda.
Pero si lo es, como lo documenta el Historiador Eusebio de Cesarea en el Tomo I de su “Historia Eclesiástica”, entonces estaríamos ante el primer testimonio histórico de la existencia de la Sábana Santa, llevada personalmente por el Apóstol San Judas Tadeo por indicaciones del mismo Jesús. A su vez, comprobaríamos la historicidad de la imagen acheropita (no hecha por mano humana) de la primera y verdadera imagen del Divino Rostro del Señor.

Un Rey con lepra
Esta carta, presuntamente, Jesús la escribió en respuesta a otra que le envió el Rey Abgar V, quien gobernó sobre el Reino de Osroene, del año 4 a.C. al año 7 d.C., y del año 13 hasta el 50 d.C. en la Región de Siria.
La tradición refiere que Abgar padecía de lepra, y que habiéndose enterado de los milagros obrados por el carpintero de Nazareth, le envió una carta en la que le imploraba que visitara su ciudad para que le concediera el milagro de su curación. Jesús le respondió que no podría acudir, pero que luego de su Ascensión le enviaría a uno de sus discípulos para que se obrara el milagro, juntamente con la salvación para él y los suyos.
El texto fiel de la carta del Rey Abgar, tal como lo refiere el Historiador Eusebio, es el siguiente: “Abgaro Ucama Toparca, a Jesús, Salvador bueno que se mostró en la Región de Jerusalén, salud. He oído acerca de ti y de tus curaciones, llevadas a cabo por ti mismo, como si prescindieras de medicinas y de hierbas, pues según la noticia que corre, haces que los ciegos vean y que los cojos anden, sanas a los leprosos y echas fuera espíritus impuros y demonios, sanas a los atormentados con enfermedades largas y resucitas muertos. Tras oír esto de ti, creo que hay dos opciones. O eres Dios, y llevas a cabo estas obras, o puesto que las haces, eres el hijo de Dios. Por esta razón, he escrito suplicándote que vengas a mí y me sanes. También he sabido que los judíos murmuran contra ti y quieren tu mal. Mi ciudad, aunque pequeña, es responsable, y será suficiente para ambos”.

Una respuesta a la fe
El texto fiel de la carta con la que Jesús respondió, tal como lo documenta el Historiador, es el siguiente: “Bienaventurado si creíste en Mí sin haberme visto. Acerca de lo que me escribes, me es preciso cumplir todo mi cometido aquí y, una vez realizado, sea tomado al que me envió. Mas cuando haya sido tomado, te enviaré uno de mis discípulos para que te proporcione sanidad y vida a ti y a los tuyos”.
Lo que sucedió posteriormente, también referido por Eusebio, es que, “después de la Ascensión de Jesús, Tomás envió a Tadeo, uno de los Setenta, el cual, habiendo llegado, se hospedó en casa de Tobías. Cuando se extendió el rumor acerca de él, se comunicó a Abgar que había ido a aquel lugar un Apóstol de Jesús, de acuerdo con lo prometido por carta”.
Cuando el Apóstol llegó, Abgar le preguntó: “¿Eres tú, en verdad, el discípulo de Jesús, que me dijo: ‘Te enviaré uno de mis discípulos, el cual te proporcionará sanidad y vida’’? Y Tadeo dijo: “Porque has creído en el que me envió, he sido enviado a ti”. Luego, le mostró la impronta del Rostro de Cristo plasmada en la Sábana Santa, que llevaba doblada en cuatro partes. Como también refiere Eusebio, le dijo: ‘Pongo mi mano sobre ti en su nombre’. Y al instante de hacerlo, Abgar fue sanado de su enfermedad”.
Este relato explica la razón del atributo en los íconos de San Judas Tadeo, que lo muestran con el Rostro de Cristo en el pecho, pues refieren el momento en el que lo muestra al Rey Abgar.
En nuestros días, esta carta de Jesús nos invita a que nosotros también, ante nuestras necesidades, nos dirijamos a Él con la certeza de que responderá a nuestras súplicas.

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