Dios llenó mis vacíos que el mundo no pudo llenar

levita EDITLuis Alejandro Coronel Hernández
2 Filosofía

Soy el tercero de cuatro hermanos, antes de que llegara el más pequeño de los cuatro,  pasaron unos nueve años, mi padre, que era un militar, trabajaba todo el tiempo, eso le impedía estar cerca con su familia; por otro lado mi madre supo guiar, aunque, con mucho esfuerzo a mis hermanos y a mí, por lo menos hasta que ellos pudieron trabajar e independizarse, no temía esta mujer por dejar a sus hijos libres y correr el riesgo de que se equivocaran. Yo creo no haber comprendido bien aquello de la libertad.
La juventud llegó con mucho ánimo de diversión; sin conciencia de Dios todo parecía ser permitido, incluso el mal, y así fue, mi vida era tan común, tan mundana, sin ningún sentido de la vida, toda ella trascurría en fiestas de fines de semana, vicios y trasnochadas. Pero ese estilo de vida terminó por dejarme un inmenso vacio interior, ni siquiera la música que tanto me apasiona, fue capaz de llenarlo; el horizonte preparaba para mí, un radical giro.
Mis padres sin saber comenzarían ese “cambio”. Ellos habían participado de un retiro espiritual para matrimonios y estaban muy entusiasmados, yo por mi parte estaba sorprendido por su actitud que pintaba muy raro y que además no me lo creía del todo.
niño EDIT2Unos meses después, mientras me preparaba para ir a las clases de música, mi madre recibió una llamada, era una de sus sobrinas, precisamente la que le había invitado a aquel retiro matrimonial y en esta ocasión, se comunicaba para invitarme a mí, (con todo y mis defectos), a uno de esos “retirillos emocionales más que espirituales” como decía yo con sarcasmo.
Yo no sé qué tienen las mamás, pero la mía, después de insistir por un buen rato, (seguramente fue la chancla que sostenía cuando me lo pidió) terminó por convencerme. Acepté en parte sólo para darle gusto, aunque, creo que en el fondo me agradaba ver a mis papás felices por aquel hecho y yo quería ser parte de ello.
Llegó el día del evento, donde todos lloraban, gritaban, y yo, inmutable, observando cada hecho y criticándolo; luego pasados los días, una sola idea ya retumbaba en mi cabeza, “Francisco reconstruye mi iglesia que está en ruinas”,  pronto comprendí que la iglesia en ruinas era yo, e igual que Francisco el pobrecillo de Asís, debía ser reconstruido por el Maestro Bueno (Jesús el Cristo); poco a poco, buscando lo que “yo quería”  dejó de serlo y, se  transformó en lo que “Él quiere” un día decidí estar en el seminario por invitación del Maestro, aunque no ha sido nada fácil responder a semejante llamado (vocación)  pues es algo que  me sobrepasa, así me ha visto, así, con mis defectos y limitaciones. Lo más importante es tener como meta al mismo Jesús hijo de Dios.
Paz y Bien.

 

 

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