El remordimiento es la voz de Dios, no la ignores

El remordimiento es la voz de Dios, no la ignores

Por Mónica Muñoz |

Ha pasado la Semana Santa, tiempo que para los católicos significa conmemorar la Pasión y Muerte que Cristo realizó con sus indescriptibles sufrimientos y el tremendo sacrificio en la cruz, para culminar en el glorioso triunfo de su Resurrección, eventos que no son una mera tradición popular, sino que debían invitarnos a la reflexión y cambio de actitudes, es decir, tuvimos cuarenta días para dedicarnos a meditar en el misterio del infinito amor del Padre por la humanidad, a tal grado que envió a su Hijo a nacer de una Mujer para vivir durante treinta años como un hombre más, hasta que, por obediencia perfectísima, predicó la Buena Noticia del Evangelio,  enseñando a vivir como Él a sus seguidores, enviándolos a difundir lo aprendido por todo el mundo, hasta llegar el momento en que debería cumplir, también de manera perfecta, con el deber de entregar su vida para redención de todos los hombres y mujeres de todo el mundo y de todos los tiempos, tristemente, en vano para muchos, pero definitivamente, para devolver la vida a los pecadores arrepentidos y ganarles un lugar en el Reino de los Cielos.

A grandes rasgos, esto es lo que hemos vivido con la Cuaresma y la Semana Santa, sin embargo, para muchos seres humanos no pasa de ser una época en la que algunos no comen carne los viernes, lo que es indicio de que pronto llegará el periodo vacacional (por cierto, los que se declaran ateos, por honestidad no deberían tomar vacaciones con motivo de la Semana Santa), y llegada la Semana Mayor, asisten a las manifestaciones de religiosidad popular, como el Viacrucis Viviente o la Procesión de Silencio, en muchos casos sin profundizar en el sentido de las representaciones, para convertirlos en meros espectáculos, en fin, que para un gran porción de los católicos del mundo ha dejado de ser importante realizar un intenso examen de conciencia, que los llevaría a determinar con qué pecados y defectos deben luchar para alcanzar la perfección.  De eso se trata vivir la Cuaresma.  Y, sinceramente, ¿quién de nosotros la aprovechó bien?

Hace tiempo, cuando viví en Jalisco e inicié mi camino en un movimiento juvenil, me encontré con la grata sorpresa de que grandes y chicos prometían guardar la Cuaresma haciendo algunos pequeños sacrificios, muy loables, por cierto, como dejar de tomar refresco o comer pan, por supuesto, esto los ayudaba a entrenar la voluntad para realizar sacrificios más importantes, sobre todo tratándose de su familia o amigos y muchas veces por personas que no conocían.  Pero lo más importante, era luchar contra sus defectos y pecados, entendiendo que con ellos ofendían a Dios y rompían la armonía familiar.  Esa es la auténtica conversión.  Pero con el paso del tiempo, ha caído en desuso rascarle a la conciencia y combatir al enemigo del alma.  No es extraño que ahora mucha gente se ría de la existencia del demonio y crea que todo está permitido.

Pensar que tener relaciones sexuales fuera del matrimonio es pecado raya en lo ridículo.  Hoy está de moda creer que da lo mismo tener un novio siendo hombre o una novia siendo mujer y que alguien opine lo contrario es un error, se le tacha de intolerante y homofóbico, así que ¡ay de aquél incauto que se atreva a decirlo! porque le lloverán insultos.

El mundo ha cambiado a pasos agigantados, nunca se había visto tantos adelantos científicos y tecnológicos, pero tampoco se había atacado la naturaleza humana como ahora.  El hombre y la mujer han desoído la voz de Dios que les reclama por la vida de sus hermanos, han desatendido lo trascendente por enfocarse en banalidades, por un lado se rinde culto al cuerpo humano, el cual se cuida con dietas, ejercicios, tratamientos y cirugías, mientras que por otro se le destruye cuando no aún ha nacido, o se le descubre alguna enfermedad incurable o ha llegado a una edad avanzada.

Sí, el ser humano ha perdido de vista que la voz del Espíritu Santo le habla a cada momento de su existencia.  Hace oídos sordos cuando la conciencia le reprocha su proceder, intenta acallarla con frases como “eso ya pasó de moda”, “el pecado no existe”, “no vivimos en la época del oscurantismo”, “mientras no le haga daño a nadie, ¿qué importa?”, “todo el mundo lo hace, ¿qué tienen de malo?”, “vive y deja vivir”, y un largo etcétera que creo nos hemos inventado para permitirnos todo sin remordimientos.  Pero aquí se encuentra la clave del asunto: si algo causa remordimiento, es porque está mal hecho y no hay que ignorarlo,  la voz de la conciencia es la voz de Dios que alerta al alma sobre los peligros que le acechan y que, si no evita y combate, terminarán por condenarla.

Sí, en este mundo hedonista, donde ya nada nos sorprende, refresquemos lo aprendido en el catecismo para que la Iglesia nos enseñe el camino a seguir.  Los mandamientos dejados por Dios nos indican por dónde caminar para no caer, no seamos necios, sólo Dios sabe lo que nos conviene.  Escuchémoslo y cambiemos nuestra senda.  Aún es tiempo, porque aunque la Cuaresma haya pasado, la vida sigue y mientras despertemos por las mañanas tendremos la oportunidad de convertirnos y creerle a Dios. No pongamos en riesgo nuestra salvación eterna ni la de los que se dejan llevar por nuestro ejemplo.

 

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