Vendedores y compradores vacacionales

Eran ahí, 144, muy bien contados. Hacen piruetas para llegar a compradores que ni siquiera bajan el vidrio de su auto, casi no voltean el rostro. Me resuena el número como de raigambre bíblica; es nombre de abundancia, de totalidad. Hoy es un número de conveniencia, de lucha por la vida.
Son 144 vendedores de algo para sanar su necesidad. Hay jóvenes, mujeres, adultos; algún niño haciendo mandados para los mayores, desde el río de la carretera hasta los bultos que guardan el resto. Ofrecen desde tecnología hasta baratijas; algún ajuar para salir completos al camino. En las vacaciones y lejos de la casa, se ofrecen muchas cosas.
Vienen de todos lados, Han llegado del Nayar, de las Huastecas; del Sureste mexicano y tierras cercanas. Brincaron las fronteras de la necesidad. Hay gente, por supuesto de la Capital del País, que llegaron ahí por tanta hambre y en busca de oportunidades.
Han vestido de colores los espacios, Hay mercancía de gran colorido que se repite una y otra vez. Las leyes de la mercadotecnia les quedaron obsoletas; ellos van creado nuevos espacios, lo que les dicta la necesidad. Hay semillas para comer, mangas para el sol. Mallas oscuras para cubrir los cristales y mitigar tanto calor. Cables con distintas y múltiples conexiones, para que la tecnología pueda funcionar.
Para ellos las deficiencias carreteras, la lentitud de las máquinas es una bendición. Los topes de los poblados hacen mirar a la gente por si faltara algo. Hay una ganancia extra; aquí no  hay inspectores del comercio, ni malandrines que pidan un soborno. Hay si señores de cierto caudal que ofertan trabajo y ganancia bien trabajada.
En temporada vacacional, algunos hacen su “guardadito”, otros luchan para que lo gasten porque ellos también tienen que comer. Ahí está la diferencia de los mundos laborales que se reinventan cada día.
El oficio de la necesidad crea el objeto, la venta, la circunstancia para insistir, vender. Hay que vender, no obstante inclemencias; tanto sol, máquinas que se desplazan. La eficacia y el ingenio del vendedor se multiplican en razón apurada ante las necesidades. Hay que tener algo para llevar a casa.
¿De dónde llegan las fábricas, almacenes que surten al vendedor; algunos señalan que son marca y hechuras orientales; tal vez clonados en bodegas barriales en vecindades convertidas en talleres clandestinos. No se trata de calificar o discriminar la improvisación y el ingenio versátil, es recodar aquello de que la necesidad crea el órgano.
Los paseantes ignoran la necesidad clamorosa de familias enteres. Ocurre una vena cuando alguna voz infantil reclama a voz en cuello ¡cómpramelo! Problemas graves sociales que hacen de la oportunidad una tabla de salvación ilegal o no; lo que importa es la subsistencia.
Llega la tarde, la piel enardecida, los poros ahogados en polvo; los músculos cansados pero renovada la esperanza de comer algo. La voz cansado han hecho caminos cortos que suman kilómetros; la fiereza de la necesidad crea la oportunidad.
¿Serán estas las nuevas máquinas de vapor de la industrialización de la oferta y la demanda? El hambre todos los días agita el ingenio para vender; porque la necesidad tiene cara de hereje. Aunque sean baratijas que duran menos de lo necesario; lo único que justifica su existencia es el hambre de muchos todavía.

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