Hacia los altares, el arquitecto Antoni Gaudí

En marzo de 2000 el arzobispo de Barcelona autorizó la apertura de la causa de beatficación del arquitecto catalán Antoni Gaudí y Cornet.

La iniciativa de la beatificación partió de un grupo de cinco amigos, del cual forma parte el escultor japonés Etsuro Sotoo, quien tras trabajar durante años en el más asombroso de los proyectos arquitectónicos de Gaudí, el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, en Barcelona, se volvió discípulo de Jesucristo. Etsuro dice:

«A través del arte, Gaudí encontró el camino hacia Dios», y «a través de las piedras del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia he encontrado el espíritu de Gaudí y me he convertido al catolicismo y he sido bautizado».

Antoni Gaudí nació el 25 de julio de 1852 en Reus, Cataluña. Y como arquitecto fue creador de un estilo atrevido en el cual prevalecen las formas sinuosas muy coloridas y los motivos de decoración naturalistas.

Realizó sus primeros estudios junto a los padres escolapios, y los continuó en la facultad de Ciencias de Barcelona.

Era 1873 cuando ingresó en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, de reciente apertura, obtuvo su título en 1879.

Asumió las obras del Templo de la Sagrada Familia en 1883, en conformidad con la iniciativa del ahora beato José Manyanet y Vives, sacerdote fundador de la «Congregación de Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José», y con el apoyo de Joseph Maria Bocabella, fundador de la «Asociación Espiritual de Devotos de San José»; de tal manera que, como dice un religioso actualmente vinculado al gran edificio, «dentro de cada piedra laten las ideas y los corazones de tres hombres de Iglesia que soñaron juntos con dar un testimonio plástico de su fe».

El proyecto del templo de la Sagrada Familia estuvo primeramente a cargo del arquitecto Francisco de Paula del Villar, quien por razones técnicas derivó a Joan Martorell y éste, por discrepar con el proyecto final aprobado, encargó a Gaudí su puesta en marcha. Finalmente Gaudí imprimió a la obra su sello personal.

EL INCONCLUSO TEMPLO

Millones de personas acuden anualmente a la ciudad de Barcelona a admirar el templo de la Sagrada Familia. Se trata de una basílica gótica, de cinco naves, crucero, claustro y dieciséis gigantescas torres dedicadas a los doce apóstoles y a los cuatro evangelistas (en realidad serán 18, de acuerdo con lo proyectado por el genio catalán), más dos cúpulas consagradas a Jesucristo y a la Virgen María. Sus tres fachadas están dedicadas al Nacimiento, a la Pasión y a la Gloria de Cristo.

En 1918 Gaudí se fue a vivir al obrador del templo de la Sagrada Familia, para dedicarse por completo a esta obra. Sólo abandonaba su modesta vivienda para ir a Misa o visitar a otros templos.

Tras varios tanteos para formar una familia, Antoni optó finalmente por el celibato, una elección enmarcada en su vida espiritual y religiosa.

El 7 de junio de 1926 el famoso arquitecto fue atropellado por un tranvía y, al no reconocerlo, lo trasladaron a un hospital de caridad en el que falleció tres días después. Los funerales congregaron a una multitud.

A pesar de que se están cumpliendo cien años de que Gaudí se dedicara de tiempo completo a la construcción del templo expiatorio, éste no ha podido ser terminado al cien por ciento.

Es que el recinto sagrado, elevado a la dignidad de  basílica por Benedicto XVI en 2010, se ha construido desde sus inicios exclusivamente de  donativos y aportaciones de miles de personas a lo largo de los años. Por otro lado, los retos técnicos y artísticos de la obra no son cualquier cosa,  pues van mucho más allá del uso de grúas a más  de cien metros de altura.

Cuando aún vivía Gaudí y le preguntaban con impaciencia cuándo terminaría la Sagrada Familia, él respondía: «Mi Amo no tiene prisa».

SU CAUSA

Dice Lourdes Cirlot,  historiadora del arte en la Universidad de Barcelona, que en la Basílica de la Sagrada Familia «la iluminación me ensimisma, me invita a la introspección», y que el edificio mismo  «provoca un estado próximo al éxtasis místico».

Pero no se busca canonizar a Gaudí por el tino que tuvo al hacer de la arquitectura del templo un lugar realmente propicio para el encuentro con Dios, pues la Iglesia siempre ha empleado los servicios de los mejores artistas y no por ello son elevados a los altares (Miguel Ángel, Rafael, Leonardo, etc.).

La razón para buscar su beatificación y posterior canonización es que la vida de Guadí fue la vida de un cristiano ejemplar.  Si bien cuando arrancó con el proyecto de la Sagrada Familia no era un católico muy  practicante, vivió un proceso de conversión a medida que la obra iba avanzando. En especial fue mientras trabajaba en la representación de la Natividad para la fachada, cuando el arquitecto  vivió un encuentro personal con Cristo, que transformó su vida para siempre.

Y su conversión fue tan profunda que poco a poco empezó a adoptar un modelo de vida ascético y penitencial. Por ejemplo,  en el almuerzo Gaudí solía comer unas hojas de lechuga mojadas en leche.

Tenía cuarenta y tantos años cuando estuvo cerca de la muerte a causa del ayuno que hizo una Cuaresma; pero volvió a comer cuando un sacerdote le recordó que su misión era seguir construyendo el Templo Expiatorio.

Y a eso dedicó cuatro décadas de su vida, por lo que rechazó lucrativos contratos en París y Nueva York.  Para él era muy clara aquella enseñanza de Cristo: «Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y al dinero» (Mateo 6, 24).

Por eso,  cuando el proyecto estuvo en peligro de bancarrota, Gaudí empleó sus ahorros en la obra.

Más aún, cuando lo atropelló el tranvía, él iba de camino para confesarse; y el hecho de que lo confundieran con un mendigo fue a causa de sus ropas gastadas.

Redacción

TEMA DE LA SEMANA: ¿LA ARQUITECTURA TIENE RELIGIÓN?

Publicado en la edición impresa de El Observador del 26 de agosto de 2018 No.1207

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