«El mundo no va cambiar por las quejas que yo ponga en las redes»

Habla el sacerdote Francisco Ramírez Yáñez, licenciado en Teología del Matrimonio y la Familia, quien es desde 2012 rector de la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA), la Universidad Católica

Por Chucho Picón

Padre Francisco, ¿cómo debe ser una universidad católica?

▶ Una universidad católica tiene que tener una fuente inmediata de inspiración en un documento publicado en 1980, de san Juan Pablo II; ahí están las características de toda universidad católica, que podemos llamar los ejes claves.

Tiene que ser una universidad que tenga una gran dosis de humanismo; pero de un humanismo que para nosotros nace de ver en el prójimo a un hermano; o sea que este humanismo no es simplemente una cordialidad, aunque ésta también es buena, es aceptable. La universidad católica tiene razones muy profundas, tiene raíces muy ahondadas en el misterio de Cristo.

Estamos viendo una sociedad y tenemos dos herramientas, que son el diálogo y el respeto para poder entonces presentar este mensaje, estas convicciones. Y hay que acompañar con el testimonio porque, si hay diálogo y hay respeto pero no hay testimonio, esto se viene abajo.

¿La universidad católica a quién está dirigida?

▶ Nosotros tenemos la siguiente convicción: la UNIVA nace con una postura muy clara de dirigirse a un sector de personas: gente que trabaja; ésa fue la idea original y sigue siendo. Pero, al paso del tiempo, también se lanzó para jóvenes de los 17 a los 22 años, que es la edad universitaria.

¿Cómo aplica la UNIVA el trabajo de pastoral urbana?

▶ Recientemente terminamos en la UNIVA Guadalajara el Primer Encuentro Continental de Pastoral Urbana. Tuvimos una asistencia de 986 participantes, de 17 países de América y 4 de Europa. El tema de la pastoral urbana es tan interesante que, no obstante las dificultades, tales como las culturas urbanas, el lenguaje urbano y lo que se llama «las ciudades invisibles» dentro de la ciudad, después de este encuentro nos quedó una gran esperanza.

Tenemos que darnos cuenta de que debemos construir el país que nos merecemos. No merecemos vivir en el miedo, en la inseguridad; no merecemos vivir en la impunidad. Hay que formar, hay que educar. La falta de educación es principio de impunidad.

¿Entonces la UNIVA busca ser una universidad cercana y una solución a los problemas sociales?

▶ Una de las insistencias que nosotros hacemos en lo que se llama «perfil de egreso» del estudiante de la UNIVA es que sea consciente de lo que ha recibido, partiendo de un principio evangélico: «Al que más se le da, más se le exige». Entonces siempre hacemos mención de que tienen que hacerse profesionistas que tengan la capacidad de ver y de escuchar los lamentos y los gritos de la sociedad; que no sean profesionistas que exploten de una manera inmisericorde a las personas. Claro, el profesionista tiene derecho a recibir un estipendio de lo que hace, es una cuestión lógica; pero que sea una persona de perspectiva crítica (no criticón), que sepa analizar causas y efectos, que no crea que lo que pasa en el mundo es por fatalidad o por casualidad. ¡No! Todo lo que pasa en este mundo tiene una causa, y el profesionista tiene que saber ir a la causa, de otro modo no vamos a poder remediar los problemas.

El mundo no va cambiar por las quejas que yo ponga en las redes sociales. ¡Así no va a cambiar el mundo! Quizá ayude a darnos cuenta de algo que antes no sabíamos; pero el mundo va a cambiar con acciones concretas, con organización, con fe para el creyente, con inteligencia, con respeto al que no piensa como nosotros, con respecto al que no vive como nosotros.

¿Cómo la UNIVA ayuda a los jóvenes desfavorecidos?

▶ La UNIVA tiene proyectos de integración. Un muchacho puede acercarse a la institución para plantear su situación personal; puede decir: «Yo tengo un enorme deseo de formarme, pero mi situación económica o mi situación familiar es ésta», y yo les aseguro que tendrán una respuesta.

¿Cuál es su mensaje final sobre el tema de los jóvenes y la educación?

▶ Los jóvenes son una potencia. Hay que darles confianza, hay que entenderlos. Y hay que cuidar mucho que los jóvenes no le tengan miedo al futuro, alentando en ellos la esperanza, alentando en ellos la posibilidad de realizarse; porque muchos de ellos están cada vez más angustiados y, por ejemplo, dicen: «¿Cómo quieren que forme una familia si no me mantengo ni yo solo?». Tenemos que ofrecerles perspectivas, pero junto con acciones; palabras, pero junto con estructuras que acompañen a esos jóvenes.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 11 de noviembre de 2018 No.1218

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