Reconciliación, el Buen Fin que debemos procurar

Pbro. José Luis González Santoscoy

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Sabemos que en este mes se lleva acabo el Buen Fin con grandes promociones, descuentos y rebajas. Motivados por la mercadotecnia, somos enganchados por el consumismo y nos amarran con algo que no necesitamos y con lo cual nos esclavizamos a pagar a meses. Y todavía te venden el Buen Fin como el que te regalará la mayor alegría en todo el año.
Hoy quiero hablarte de algo que te libera en todo momento y que te regala la alegría siempre que acudes a él y lo mejor es que está disponible durante todo el año. Me refiero al sacramento de la Confesión, o como algunos santos le llamaron, el sacramento de la alegría.
Por ello quiero ofrecerte cuatro características que debe tener tu confesión, ya que a veces queremos confesarnos, pero nos da miedo, vergüenza o temor, o simplemente, no sabemos cómo hacerlo ni cómo empezar. La confesión de nuestros pecados debe ser: clara, concreta, concisa y completa.
Clara: a veces el miedo o el temor por lo que hemos cometido hace que enmascaremos el pecado. Debemos expresar las cosas con la debida confianza para que nos entiendan e, incluso, no se malinterprete la confesión. Nunca des por supuesto que el padre ya sabe las cosas, sé claro y ve directo a la falta.
Concreta: debemos evitar siempre divagar en nuestra confesión, darle rodeos, marear al sacerdote o hasta justificarnos de nuestras faltas. Esto hace que la confesión caiga en generalidades y, al final, no encontremos algo específico en lo que debemos trabajar o cambiar.
Concisa: para expresar la falta no tenemos que decir mucho, no son necesarias las interminables explicaciones o las justificaciones de nuestros errores. Debes aprender a ir directo al grano, decir con humildad lo que se ha hecho o se ha dejado de hacer, sin adornarse, excusarse o extenderse innecesariamente. No debemos echarle la culpa a los demás, seamos responsables de nuestras faltas.
Completa: algunos creen que, cuando ya dicen un solo pecado, ya todos los demás quedaron confesados, y no es así. Incluso, algunos abusan diciendo “y por todos lo que se me hayan olvidado”, aunque en su interior sí son conscientes del pecado. Una confesión, para que sea completa, debe ser sincera e íntegra, sin ocultar nada por vergüenza o miedo. Ayuda mucho escribir los pecados de manera sencilla para que, al confesarte, no omitas ninguno.
Ánimo, vive en la Gracia de Dios y verás cómo tu vida cambia por completo.
Facebook: Padre José Luis
  González Santoscoy

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