En un mensaje publicado este 1 de mayo, fiesta de San José Obrero, los obispos nicaragüenses señalaron que “nuestra fe en Jesucristo muerto y resucitado por nuestra salvación no nos permite quedarnos al margen de los acontecimientos del mundo y para nosotros, de la situación cultural, política, económica, familiar y social del país”.
“El cerrarse egoístamente en la propia comodidad y peor aún, avivar sentimientos de odio entre hermanos, no es evangélico”, añadieron.
Desde abril de 2018, Nicaragua vive una grave crisis sociopolítica, con masivas protestas contra el régimen del presidente Daniel Ortega. Ortega, exguerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional, gobierna Nicaragua como presidente desde 2007, pero anteriormente tuvo el poder entre 1985 y 1990. Se estima que en medio de la violenta represión contra las protestas han muerto más de 500 personas.La CEN señaló que el “sufrimiento de la familia nicaragüense” se hace concreto en “los presos políticos, la falta de respeto a los derechos constitucionales, los exiliados, los refugiados, los asilados, la pobreza, el desempleo, la inseguridad, el conflicto por tierras y sus correspondientes consecuencias por el desplazamiento de familias del occidente a la Costa Caribe del país invadiendo las tierras fértiles que han poseído históricamente los pueblos indígenas”.
Esta problemática, señalaron, evidencia “que sin la Presencia del Dios que ha puesto su tienda entre nosotros, no tenemos futuro”.
Ante la “exigente” tarea, los obispos hicieron un llamado “a todos los nicaragüenses” para construir un país “donde todos seamos capaces de lograr una visión de cambio que conduzca a una trasformación cualitativa”.
“Estamos llamados a construir el concepto integral de la paz y, en este sentido, edificar una sociedad donde la paz sea perdurable, justa y coherente con los intereses de todos”, señalaron.
“La paz que se desprende del Crucificado-Resucitado que permanece ante los embates del tiempo y que no es objeto de arreglos coyunturales”, añadieron.
También es necesario trabajar por “una Nicaragua donde se asuma la centralidad de la persona humana y su dignidad como hijo de Dios”.
“El ejercicio de la libertad y la dignidad del ser humano es anterior al Estado. Un Estado moderno y funcional, ético y moral, está en la obligación de tutelar, respetar, promover y defender estos derechos, que son también anteriores a cualquier acuerdo social”, señalaron.
“Es entonces un imperativo que en una sociedad no existan acciones de represión y persecución, propiciando, antes bien, un clima de irrestricta libertad y confianza”.
La CEN indicó luego que debe respetarse y fortalecerse en Nicaragua “la democracia y su institucionalidad”, pues “la vida del ser humano tiene sentido en el marco de valores, principios e instituciones democráticas”.
“No debemos olvidar que el respeto de una democracia debe inspirarse en la idea de fortalecer las instituciones y los principios que fundamentan el estado de derecho: supremacía de la ley, división de poderes y respeto a los derechos humanos”.
Además, indicaron los obispos, debe construirse “una Nicaragua donde se ejerza sin restricciones la libertad de expresión”.
“Todo principio de libertad de expresión tiene su origen en la máxima expresión de Dios, que libremente, manifestó su amor por la humanidad a través de la Palabra encarnada”, precisaron.
En Nicaragua, señalaron, la paz debe ser “fruto de la justicia”. “En este momento de crisis, los nicaragüenses estamos llamados a establecer acuerdos en materia de justicia que sean duraderos y que se respeten”.
“De tal manera que apoyamos toda iniciativa de dialogo que se haga con buena voluntad y particularmente el esfuerzo que la Santa Sede ha venido haciendo a través de los diversos mensajes que el Papa Francisco nos ha enviado y la presencia del Señor Nuncio como Testigo y Acompañante Internacional”.
Los obispos subrayaron que “no se trata de buscar caminos de evasión ante la situación actual sino de afrontarlos desde la comunión con Cristo. De la misma manera que la resurrección se enraíza en la noche de la cruz así la energía y la alegría del cristiano brotarán de la comunión con los sufrimientos de su Señor”.
“Que la Reina del Cielo, la cual se alegró con la resurrección de su Hijo, al participar de su dolorosa pasión, interceda por nosotros y nos haga partícipes de su alegría”, concluyeron.
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