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El 26 de julio de 2004, el cardenal Joseph Ratzinger, luego Benedicto XVI, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió al cardenal Fco. Javier Errázuriz, que era el Presidente del CELAM, indicándole que era necesario “proseguir el camino de profundización de los contenidos doctrinales de la Teología India, para avanzar en su clarificación a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia”. Así se ha hecho, con la asesoría de un equipo nombrado por el CELAM, dentro del Departamento de Cultura y Educación, conformado por cinco obispos y cinco sacerdotes, religiosas y laicos de Paraguay, Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Guatemala y México. Uno de ellos, Mons. Octavio Ruiz, da su servicio en Roma, en el Dicasterio de la Nueva Evangelización. El CELAM me designó coordinador de este equipo. El cardenal Ratzinger nos decía que no debería repetirse en la Iglesia lo que pasó con la teología de la liberación, en que, por falta de diálogo y comunicación, hubo desentendidos y confrontaciones que nos dividieron.
Se han realizado seis simposios y se prepara el séptimo. Los dos primeros fueron para aclarar términos y alcances. El primero en Colombia, en 1997, y el segundo en Riobamba, Ecuador, en 2002. A partir del tercero, se han tocado temas fundamentales de nuestra fe, analizando qué tanto hay “semillas del Verbo”, o frutos maduros de la vida y la acción de Dios en las culturas originarias de los pueblos de nuestra América, o posibles ausencias o contradicciones. El tercer simposio se hizo en Guatemala, en 2006, sobre Cristo en los pueblos indígenas. El cuarto en Lima, Perú, en 2011, sobre “La teología de la creación en la fe católica y en los mitos, ritos y símbolos de los pueblos originarios cristianos en América Latina. El quinto se realizó en San Cristóbal de Las Casas, en 2014, sobre Revelación de Dios y pueblos originarios. El sexto en Asunción, Paraguay, en 2017, sobre Trinidad, familia y pueblos originarios.
Estamos preparando el séptimo, que será en Panamá, del 21 al 26 de septiembre de 2020, sobre “Espíritu Santo y pueblos originarios”, con estos objetivos: Profundizar en la fe católica sobre el Espíritu Santo en sus diversas formulaciones dogmáticas y en sus expresiones culturales a lo largo de la historia. Escuchar, compartir y dialogar sobre el modo como viven los pueblos originarios el misterio del Espíritu. Discernir los signos de la presencia y de la acción del Espíritu en los diversos pueblos originarios. Ofrecer elementos y criterios teológicos para discernir y caminar juntos con los pueblos originarios en la experiencia del Espíritu. Compartir y celebrar la vivencia del Espíritu con expresiones propias de los pueblos originarios.
Hemos pedido a la Congregación para la Doctrina de la Fe que imparta la conferencia inaugural sobre los “Caminos de la formulación doctrinal sobre el Espíritu Santo en la Tradición oriental y occidental. Convergencias y divergencias. Habrá otras dos conferencias. Una sobre “La acción del Espíritu Santo vivida y expresada por los pueblos originarios”, y la otra sobre “Espíritu Santo: profecía, martirio y fiesta. Perspectivas de esperanza en los pueblos originarios”. Después de cada conferencia, habrá unos paneles con “Testimonios de la presencia del Espíritu Santo” en algunas culturas, como mayense, kichwuas, amazónicas, náhuatl, wuayú, mapuche, kuna, guaraní y nükak. Estamos invitando a casi 80 participantes, los obispos responsables de esta pastoral en cada país y la mayoría nativos de estas culturas.
Pensar
Dice el Concilio Vaticano II: “A la unidad de la Iglesia no se opone una cierta variedad de ritos y costumbres, sino que ésta más bien acrecienta su hermosura y contribuye al más exacto cumplimiento de su misión”. Y agrega: “No hay que admirarse de que algunos aspectos del misterio revelado a veces se hayan captado mejor y se hayan expuesto con más claridad por unos que por otros, de manera que hay que reconocer que con frecuencia las diversas formulaciones teológicas, más que opuestas, son complementarias entre sí” (UR 15 y 16).
“La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aun a veces los acepta en la misma liturgia, con tal de que se pueda armonizar con el verdadero y auténtico espíritu litúrgico” (SC 37).
Y el Papa Francisco: “El cristianismo no tiene un único modo cultural. En los distintos pueblos, que experimentan el don de Dios según su propia cultura, la Iglesia expresa su genuina catolicidad y muestra la belleza de este rostro pluriforme. Toda cultura propone valores y formas positivas que pueden enriquecer la manera de anunciar, concebir y vivir el Evangelio” (EG 116).
“No haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo monocultural y monocorde. El mensaje revelado no se identifica con ninguna cultura y tiene un contenido transcultural. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador” (EG 117). “Una sola cultura no agota el misterio de la redención de Cristo” (EG 118).
Actuar
A quienes no conocen esta teología, a quienes la ven con sospecha o menosprecio, les pedimos apertura para discernir la acción misteriosa del Espíritu en las culturas originarias, así como en las actuales y advenientes.
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