Ser mamá en el contexto actual

Editorial de Semanario #1161

“No somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen y somos hijos de nuestras madres”, Papa Francisco.

El mes de mayo, es un mes que nos invita a pensar en las mamás de distintas maneras. En una catequesis de los miércoles, el Papa Francisco citó al Arzobispo de El Salvador, San Oscar Arnulfo Romero, quien dijo que “las madres viven un ‘martirio materno’”. Porque se trata de “una entrega total, sin aspavientos, en el silencio, la oración, el cumplimiento del deber. Ir dando la vida poco a poco como hace una madre por su hijo”.

Cuando pensamos en la palabra “mamá”, nos vienen a la cabeza ideas como amor incondicional, abnegación, dedicación, ternura, apoyo, guía, renuncia, satisfacción, plenitud, realización personal, vida, entrega, estar siempre ahí, lealtad…. Y sobre todo,  palabras asociadas  a darlo todo por alguien.

Para las abuelas y mamás de antes, no había manera de ser una madre perfecta, había un millón de maneras de ser buena mamá.

Ese es el concepto con el que nos hemos educado. La mamá es esa persona incondicional que nunca  va a fallar. Esa persona capaz de renunciar a todo para que la familia esté bien, la que espera con paciencia, la que siempre tiene una palabra de apoyo para animar o la que le presta su hombro para llorar cuando se necesite. Este juicio de madre viene de cuando las mujeres se educaban en no tener más ambición que ser buenas esposas, mujeres, educadoras, transmisoras y constructoras de valores.

La mujer han alcanzado nuevos roles en la sociedad actual. El progreso social ha llevado a un necesario cambio para la mujer, su vida no se reduce solo a madre y ama de casa. Ahora las mujeres son mucho más que mamás, trabajan, o tienen una carrera profesional, se cuidan físicamente, mantienen su vida social, tratan de mantener una la salud emocional y física.

El Papa Francisco señala, que “una sociedad sin madres sería una sociedad deshumana, porque las madres siempre saben testimoniar incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral”.  Las mamás transmiten el sentido más profundo de la “práctica religiosa”, porque en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, se inscribe el valor de la fe en la vida del ser humano. Y profundiza, en que sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo.

La mujer en el México de hoy, en el embarazo esperado y en el  inesperado,  está acechada desde tres grandes líneas que, como contexto, crean una cultura que atenta contra la vida de ella y de la persona que espera en su vientre.

Se enfrenta, primero, a un sistema económico que privilegia el dinero sobre la persona, el tener sobre el ser, lo que afecta la convivencia matrimonial y familiar; segundo, la privación del valor de la vida con  la imposición del aborto, la eugenesia y la eutanasia, que afecta a los niños, los enfermos, los discapacitados y los ancianos; y tercero, la familia como institución, es sistemáticamente agredida por ideas que intentan vaciarla de significado.

Para la Iglesia,  lo más importante es comprender a las mamás, acogerlas y acompañarlas.

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