Una cosa que echo de menos en mi diócesis de Alcalá, en la archidiócesis de Madrid y en casi todas partes del mundo es que en cada sede catedralicia sería muy bueno que hubiera una misa al día que fuera una gran liturgia con abundancia de acólitos, bello canto gregoriano, diáconos y toda la solemnidad posible.
No estoy diciendo que en cada ciudad tuviera que haber una misa así cada día. Pero al menos en las sedes episcopales, sí. Sería preferible sacrificar número de misas en pro de la calidad, y que, por ejemplo, siete sacerdotes se encargaran de esta misión, asociando un cierto número de acólitos bien formados. Seis acólitos revestidos con albas podrían preceder con la cruz procesional y ciriales cada día a los celebrantes de esta misa. Una misa celebrada en la catedral, con poca luz, con muchas velas.
Esos siete sacerdotes podrían rezar con gran solemnidad una hora canónica antes de la misa en el coro de la catedral. Algo así, muy bien hecho, celebrado diariamente, en un templo gótico, seguro que atraería a mucha gente. Esto que os digo hoy me viene a la mente una y otra vez desde hace años.
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