Alguien tenía que hacer algo, y el Presidente de Rusia –Vladimir Putin– lo hizo. Ya no era posible permitir que terroristas del falso Califato, autodenominado “Estado Islámico”, continuaran desplazando poblaciones y persiguiendo, decapitando y crucificando cristianos impunemente.
Era preciso, urgente, fijar un límite y detener a estos yihadistas que, en el supuesto nombre de Dios, cometen atrocidades y que nadie los detenga. Son terroristas que, aunque dicen difundir el Islam, en realidad su interpretación del Corán excluye toda experiencia espiritual de Alá, reduciéndolo a un manual bélico; se proclaman religiosos, pero viven una religión al margen de Dios, una falsa religión sin Dios.
CON O SIN EL PRESIDENTE SIRIO
El Mandatario ruso defendió en una entrevista, en la Televisora CBS, la necesidad de reforzar al Gobierno sirio como la única vía para detener a estos terroristas: “No hay otra solución a la crisis de Siria que fortalecer las estructuras de un Gobierno efectivo, y prestarle ayuda en la lucha contra el terrorismo”, afirmó Putin. Unos días antes, Rusia había entablado un acuerdo con Irak, Irán y Siria para compartir información estratégica en la guerra contra el Estado Islámico.
Providencial resultó el encuentro entre Vladimir Putin y Barack Obama en la Sede de la ONU, en Nueva York, pues aunque el Presidente de Estados Unidos sostiene que el Presidente de Siria es un dictador que debe ser depuesto, acabó por convalidar la iniciativa del Estadista ruso, de bombardear los puestos de mando yihadistas inoculados en Siria.
Durante su alocución ante la Asamblea anual de la ONU, Obama dijo que “Estados Unidos está dispuesto a trabajar con cualquier nación, incluidas Rusia e Irán, para resolver el conflicto”, pero luego indicó que “no puede haber, después de tanta sangre y matanzas, un retorno al status quo previo a la guerra”, señalando así una transición hacia un Gobierno en Siria sin el Presidente Bashar Al Assad.
UNA GUERRA DE 200 MIL MUERTOS
Por su parte, también ante la Asamblea de las Naciones Unidas, Putin elogió durante su discurso la lucha de las fuerzas sirias contra el Estado Islámico; reprochó a Estados Unidos que haya armado a grupos rebeldes, y se presentó como estratega de una coalición internacional para reforzar al Gobierno sirio y derrotar a los yihadistas; coalición que él mismo comparó con la que Estados Unidos y la Unión Soviética lideraron contra Hítler, para luego afirmar que “es un error enorme negarse a cooperar con el Gobierno sirio y sus Fuerzas Armadas, que luchan contra el terrorismo con valentía, cara a cara”.
El encuentro entre los Presidentes de EE.UU. y Rusia fue providencial porque, tras dialogar por más de una y media horas, y aunque Obama insiste en que el Presidente de Siria debe dejar el Poder y Putin sostiene la necesidad de reforzarlo, finalmente ambos coincidieron en la necesidad de derrotar a los yihadistas para terminar con una guerra que ha dejado más de 200 mil muertos y millones de refugiados en un lapso de cuatro años.
Rusia sigue enviando tropas y aviones a Siria, y Vladimir Putin obtuvo la aprobación del Consejo de la Federación (la Cámara Alta del Parlamento Ruso) para utilizar las Fuerzas Armadas de Rusia en Siria.
EN LAS PUERTAS DEL INFIERNO
Son momentos históricos en la lucha contra el terrorismo yihadista, pues aviones rusos, piloteados por militares sirios coordinados desde el centro de operaciones de Bagdad –en el que trabajan rusos, iraquíes e iraníes–, atacaron los puestos de mando yihadista, en la Provincia de Homs, al Noroeste de Siria.
A manera de cortesía, Moscú informó previamente a Washington de su plan de ataque, y después, el Jefe de la Administración Presidencial del Kremlin –Serguéi Ivanov– informó que “la intervención rusa responde a una petición del Presidente de Siria, Bashar Al Assad”.
Estos yihadistas, que se llevan como botín de guerra a las mujeres para convertirlas en esclavas sexuales; que se roban a los niños para hacerlos soldados kamikazes y verdugos de cristianos, representan lo más oscuro de las puertas del Infierno.
Esta fecha es histórica porque Vladimir Putin –el Presidente cristiano ortodoxo que asiste a Misa todos los días por la mañana en el Kremlin y que sostiene con recursos a los Monasterios del Monte Athos– ha marcado el inicio para poner fin a esta barbarie, a esta matanza de cristianos, para salvar la civilización y restaurar la paz. No sea que nuestros ojos vean que se cumple la profecía bíblica: “Damasco dejará de ser ciudad; no será más que un montón de ruinas. Quedará abandonada para siempre, convertida en pastizales” (Is 17, 1-2).
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