Os voy a confiar una serie de curiosidades que, incluso a mí, no dejan de parecerme paródicas. El otro día hablé de mi relación con los libros físicos. Siempre entre libros, todos los días, buena parte del día, y no guardo cariño ni siquiera por un solo libro físico, ni siquiera uno. Mi relación de amor, a veces intensísimo, es con el texto y sólo con el texto.
Eso sí, guardo unos pocos libros que son regalos de personas que me han querido: sobre todo una gran Biblia que me regaló una muy querida señora mexicana, también un libro del siglo XIX de un señor de Navarra que es una versión de gran valor artístico de El Anticristode Nietzsche. Asímismo guardo uno de los diez ejemplares de la versión complutense de Summa Daemoniaca. Este último estoy deseando venderlo.
Otra curiosidad es que escucho cada día más de cinco horas de música clásica, en la que incluso la música actual sinfónica. Pues bien, como bien saben mis amistades, nunca voy a ningún concierto, ni siquiera como excepción. Me gusta escuchar música a solas, en mi casa, mejor con los ojos cerrados. Un concierto en vivo me distrae. Y, sobre todo, no me puedo concentrar tanto tiempo en la música. La disfruto a ratos pequeños, pero hora y media va más allá de lo que puedo soportar. En toda mi vida, las veces que he escuchado un concierto en directo se cuentan con los dedos de una sola mano.
Otra curiosidad, soy muy cinéfilo, pero no compro ni guardo DVDs. Los pocos que he tenido han sido regalos que han acabado regalados a su vez. No guardo ninguna película. Sólo tengo dos o tres películas religiosas para dejarlas. Tampoco guardo CDs de música. Ni siquiera unos pocos. Debo tener alguno por el salón que me han regalado y que regalaré en cuanto tenga ocasión.
Jamás he ido al teatro ni pienso ir, mucho menos a un musical o a la ópera. Tampoco voy a conferencias. Soy persona de lectura. La calidad de los libros siempre es mejor. La última conferencia a la que asistí fue en Roma e hice propósito de que aquella sería la última.
Como hobby pinto, pero en mi casa no hay ni un solo cuadro colgado. Salvo una imagen del Espíritu Santo en mi sala de estar y un autorretrato en un pasillo del que siempre me arrepiento de haberlo colgado. Dos cuadros en toda la casa. Me gustan las paredes blancas, sin nada.
Entre libros pero sin libros. Escuchando música entre paredes blancas.
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