Exseminaristas mártires, a 90 años de su testimonio

IMG_9773 EDITJosé Manuel Gutiérrez Alvizo
1 Teología

Existen diversos motivos de alegría y orgullo para el Seminario de Guadalajara: ser el que tiene el mayor número de alumnos en el mundo y contar entre sus egresados a personajes ilustres de la población jalisciense y, aún más, a grandes maestros de ciencia y virtud como algunos de los santos y beatos mártires mexicanos de la persecución religiosa.
Dos grandes ejemplos los tenemos en los Beatos Anacleto González Flores y Luis Padilla Gómez, exseminaristas de este plantel, que supieron rubricar su compromiso y entrega con la Iglesia tapatía en la ofrenda de su vida hasta el martirio.

El triste 1° de abril de 1927.
Este 1° de abril se conmemoraron 90 años de aquél momento testimonial de estos dos exseminaristas diocesanos, quienes fieles a sus conciencias decidieron decir sí a Dios pero no por el camino sacerdotal, sino, por medio del matrimonio el primero y de la vida célibe el segundo; no sin hacer presentes entre sus contemporáneos las inigualables herramientas y la excelsa formación que el Seminario les otorgó al servicio de la grey tapatía.
No es casualidad, que hoy en día en el interior de la capilla de la casa del Seminario Mayor, encima de las puertas del acceso principal se encuentren para la veneración los dos retratos de estos dos Beatos, (realizados magistralmente por el pintor cubano Yoel Díaz) que  hacen frente a los seminaristas que día con día salen de la capilla, siendo mudo testimonio de que en estos dos hombres de Iglesia, tenemos un ejemplo para quienes abandonan este plantel levítico en busca de su verdadera vocación, siendo lumbreras de Cristo en un mundo inmerso en la oscuridad.
IMG_9775 EDITPocas fechas han sido tan tristes y han hecho tanto eco como lo fue aquel viernes 1° de abril, día que 4 grandes hombres supieron dar la vida en testimonio cristiano sus nombres: los hermanos Ezequiel y Ramón Vargas González, Anacleto González Flores y Luis Padilla Gómez.
Anacleto González Flores, es quien encabeza la causa de estos beatos, fue un cristiano polifacético, comprometido, escritor prolífico y dirigente sindical y político-social, líder de los movimientos católicos seglares y un abogado de una sola pieza.
Aquellos que lo conocieron supieron darle con propiedad el título de “el maestro” por su notable influencia en la juventud jalisciense; oriundo de Tepatitlán Jalisco, había realizado ahí sus primeros estudios, y prosiguió el bachillerato en el Seminario Auxiliar de San Juan de los Lagos, que por aquellas fechas aún formaba parte del extenso territorio de la Arquidiócesis tapatía. Por 5 años, el seminario lo formó íntegramente, y al terminar en 1913, se trasladaría a Guadalajara a cursar la carrera de leyes, e influir en la vida política de la población.
En 1922 contrajo matrimonio con María Concepción Guerrero Figueroa, quien fue la madre de sus 3 hijos, 2 de los cuales sobrevivieron, Anacleto de Jesús y Raúl. A sus 38 años dio testimonio de fidelidad a Cristo y a su Iglesia.
Luis Padilla Gómez por su parte, nació en la ciudad de Guadalajara, contaba con 27 años al momento de su martirio, hombre culto, pacífico y sereno; muy joven, y a la luz de unos ejercicios ignacianos, se planteó el sentido de su vida, y supo escuchar la llamada al Sacerdocio, ingresando en 1917 al seminario de Guadalajara y después de su formación humanística y filosófica se retiró en 1921, a ser un cristiano de testimonio; recapacitó después su decisión y después de un serio discernimiento decidía regresar al seminario, cuando el martirio llegó a su vida.

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