Su asesino fue Gobernador de Guerrero
Pbro. Tomás de Híjar Ornelas, Cronista de la Arquidiócesis
Alas tres de la madrugada del martes 12 de abril de 1927, en el kilómetro 168 de la carretera Iguala – México, un soldado del Ejército Federal a las órdenes del Jefe de Operaciones Militares de Guerrero, General Adrián Castrejón Castrejón, mató de un tiro en la nuca al presbítero David Uribe Velasco, del clero de Chilapa, de 39 años de edad y 14 de ministerio, por el sólo delito de ser sacerdote en tiempos de persecución religiosa.
Hecho lo anterior, los militares dejaron insepulto el cadáver hasta que manos piadosas lo cubrieron con tierra. No mucho después el cadáver pasó a la parroquia de San Antonio, en Buenavista, Guerrero, donde el mártir nació y ejerció su ministerio.
ACABAR CON LOS SACERDOTES
Los 60 años de la vida de Adrián Castrejón Castrejón “el Indio” (1894-1954), están salpicados de sangre. Guerrillero desde los 17 años, operó en los estados de Guerrero Morelos, Puebla, México y Michoacán, donde participó en más de cien combates. A los 19 años ya capitaneaba su propia guerrilla, con la cual tomó Ajuchitlán y alcanzó entre los zapatistas el grado de teniente coronel. Fue testigo del asesinato de Zapata y se dice que tal vez uno de sus asesinos, considerando la buena fortuna que le vino luego entre los obregonistas y tras su ingresó al Ejército Nacional, donde se le dio el rango de General Brigadier junto con su adhesión a la masonería. Desde tal trinchera, combatiendo la rebelión delahuertista, se granjeó la 24ª Jefatura Militar de Guerrero, ocupándose entre 1926 y 28 en sofocar todo movimiento de resistencia católica.
DEL ‘DELITO’ Y LA ‘SENTENCIA’
En 1902, a la edad de 14 años, David Uribe pidió a su padre que le diera permiso de ingresar al seminario de Chilapa: “Se vienen tiempos de persecución en contra de los sacerdotes”, le respondió el progenitor. “Eso no me da miedo, ojalá tuviera la dicha de dar mi vida por Jesús”, dijo el muchacho con sentido profético. Su formación eclesiástica va de 1909 al 13, año en el que fue ordenado presbítero, iniciando un accidentado derrotero al lado del recién electo obispo de Tabasco, don Antonio Hernández Rodríguez, salvándose ambos de morir más de una vez. Los años que vengan harán más apretada la situación.
EN LAS MANOS DE DIOS
Don David era párroco de Buenavista y a ella se dirigía el 11 de abril de 1927, procedente de la Ciudad de México. Poco antes había escrito: “…Poco importa que mi sangre corra por las calles de la histórica ciudad de Iturbide”. Viajaba en un vagón de segunda del ferrocarril cuando se le pidió que aceptara entrevistarse con el general Castrejón, que casualmente viajaba en el pulman y de inmediato hizo trasladar ante sí al sacerdote para pedirle sin éxito que apostatara de su fe. Ante lo infructuoso de sus gestiones, Castrejón ordenó a su gente que en alguna de las estaciones del camino bajaran con el sacerdote, buscaran un lugar para mantenerlo aislado y cuando cerrara la noche, lo asesinaran.
En los términos ya descritos, el mártir fue conducido en automóvil al lugar de su martirio, donde aún tuvo la serenidad de distribuir entre los presentes sus pertenencias y perdonarles por lo que iban a hacer. Era un Martes Santo.
PROMOCIÓN PARA SU VERDUGO
El callismo recompensó con largueza al general Castrejón, máxime que el 24 de julio de ese año aplastó en Temascaltepec a 300 cristeros. Se le concedió la gubernatura de Guerrero entre 1929 y 1933. De nuevo en la milicia, comandó la 14 Zona Militar de Irapuato; en 1939 se le hizo general divisionario y jefe militar de Tapachula y luego de Acapulco. A partir de 1949 triplicó su patrimonio en calidad de contratista de las obras de irrigación en San Luis-San Pedro. Murió de una embolia cerebral en la ciudad de México en 1954.

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