Coyuntura
Fabián Acosta Rico
En Amor Líquido, Zigmunt Bauman, advierte sobre la mercantilización de los afectos y la genitalización del amor. Las reglas del mercado imperan en el ámbito de las relaciones humanas. Las redes sociales amplifican las posibilidades de emparejamientos despersonalizados y descomprometidos. El ciberespacio convertido en tierra de amores en subasta. ¿Cuál cibernauta da más por la usuaria de dudoso perfil? Pujan los gales mostrando su galería de fotos. Al final, triunfa el mejor postor o el más hábil en el juego de las post verdades.
Así son las reglas del cortejo virtual: los tentativos enamorados evalúan al prospecto en términos fisonómicos y de liquides económica. Los afectos se rematan y las relaciones quedan pactadas en bajo las cláusulas de una reciprocidad cuasi financiera del “que medas” y del “que recibo” a cambio. Una desproporción en la balanza puede propiciar el rompimiento entre los contratantes; sobre quienes pesa la constante tentación de encontrar en la red al idóneo o a la mejor.
Los Amores líquidos y la tolerancia sociocultural a las relaciones pre y extra maritales vulneran la seriedad y compromiso del vínculo matrimonial. El desfase generacional es cada vez más marcado, con el consabido cambio de paradigmas y códigos de valores sobre todo entre la generación de los millennials (los nacidos de los noventa en adelante 90) y los baby boomers (los hombres y mujeres de 50 a 60 años).
La mentalidad laica, en sus desplantes cientificistas, adoctrina a las nuevas generaciones en los principios de un ateísmo que se ufana en sostener proselitistamente que el mundo no es la creación de Dios, sino el resultado final de una cadena de hechos azarosos afortunados. Sin un Ser supremo no existe un orden trascendente. Instituciones antes sacralizadas por la mano divina como la familia, junto con los roles tradicionales asumidos en su interior, no son entendidos como destinaciones naturales rígidas; ser papa o mama es una opción entre muchas.
Así como el mercado ofrece cada vez mejores y mayor número de distractores y placebos; así también la acumulación y diversidad de tipos humanos se multiplica siguiendo las pautas de una cultura que le apuesta a la innovación y a la fascinación momentánea: un día están de moda la emos, luego aparecen los metro-sexuales, los hipster, los veganos, los globalifóbicos, altermundistas, transexuales… las identidades estáticas horrorizan a quienes están el bregar de la invención y la reinvención; de la tal suerte que el conflicto generacional implica el choque entre padres y abuelos con identidades rígidas e hijos y nietos multifacéticos habidos de romper paradigmas culturales.
La tendencia, lo políticamente correcto para muchos jóvenes es no reproducir en su vida futura el estereotipo del padre o de la madre del siglo pasado. La propaganda progresista suministra el suficiente autoengaño para desprecian el modelo de familia histórico; dicho modelo de familia, en aras de modernizarse, sobre consintió y les dio todo tipo libertades a las nuevas generaciones incluso, la de equivocarse sin pagar factura.

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