Parecemos huérfanos, por el “desmadre” que traemos

Perdón por lo coloquial del título, pero obedece en gran medida a la naturaleza de nuestros problemas como sociedad.
La convulsión del mundo moderno opera en orden a la disfunción de las familias. Ahí se aprende todo. Ahí se vive desde el amor que construye o desde el odio que desaparece, asesina o roba. ¿Culpas? ¿Responsables? Todos. Gobierno, empresarios, creyentes y no creyentes, hombres y mujeres. Todos.
Contrario a lo que siempre se piensa, el amor en un hogar, no es cosa de mujeres. La disciplina en el hogar no es cosa de hombres. La cercanía con Dios y las cosas de la fe, no son cosa de mujeres. La limpieza en el hogar o que nada falte en él, no es cosa de hombres o mujeres. Aquí todos somos responsables.
El desmadre es literal: en una sociedad de 33 millones de familias, el 74% de las madres que trabajan se encargan solas de todos los gastos familiares, ya sea porque son madres solteras, separadas o divorciadas sin pensión alimenticia o con maridos enfermos o inhabilitados para trabajar.
El hombre, “no le entra”, huye despavorido a los compromisos un como ave con miedo a ser desplumada. La mujer, por necesidad o por urgencia, incluso una “moda”, decide cargar el peso de la familia sobre sus hombros y trabaja de sol a sol para lograrlo. El caso es que ninguno, padre o madre, está en casa… ¿Y los hijos? Dicen por ahí… ¡Bien, gracias…!
¿Cuántos momentos al lado de la familia cuesta el celular que utilizamos? ¿Cuántas horas padres-hijos nos cuesta la pantalla inteligente?
Bajo este esquema, la sociedad actual vive (o muere) con empresarios de bolsillos llenos, pero con hogares vacíos del calor de la presencia de los padres y con hijos educados a distancia, con información impropia, con permiso de todo.
Nada más triste que una familia en la que nadie está.
La familia no es un “hotel de paso”. La familia no es una cenaduría rica y barata. El padre no es un cajero automático y la madre no es una eficiente sirvienta o ama de casa. Los hijos no son “costales de box” para descargar frustraciones. Dios no es cuestión de “cuando me nazca”. ¿Qué tan miserable se ha vuelto el seno familiar que cualquier delincuente o cualquier relación violenta y lastimosa es más atractiva para nuestros hijos?
¿Hace cuánto no abrazas a tus hijos? ¿Agradeces a tu pareja el esfuerzo que hace por su trabajo? ¿Quién enseña a tus hijos a rezar? ¿Quién les dice lo que sí, lo que no y lo que nunca se hace?
Salarios justos,  trabajo digno, respeto a los derechos; todos tenemos algo por hacer. La familia es la mayor responsabilidad social y personal que debe asumir un individuo. Así que si no estás dispuesto al compromiso de dedicar tiempo, a mantener una presencia constante, a la firmeza de límites amorosos, a la experiencia de la fe en medio de la vida, por favor… hazte a un lado porque estorbas.

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