“El amor es concreto, está más en las obras que en las palabras”, Papa Francisco.
Fernando Díaz de Sandi Mora
El amor es un producto altamente comercial en estos tiempos, una mercancía que se ha abaratado; se ha deformado a tal grado, que se confunde con muchas cosas: confundimos amor con sexo, compañía con amor, con sumisión, apego con amor, amor con palabras, con osos de peluche en donde el amor parece ser directamente proporcional al tamaño del muñeco, en fin, amor de tianguis, pirata, desechable…
Existe otro tipo de amor que no es amor: el de dientes para afuera, el que se dice pero no se vive, no se demuestra. Un padre que dice amar a su familia y prefiere pasar el tiempo emborrachándose con los amigos; un profesionista que dice amar su profesión y cada mañana llega tarde y de malas a su trabajo; un hijo que dice amar a sus padres y en lugar de asistir a la escuela, se hace “la pinta” todo el tiempo y ya tiene reprobadas todas las materias; un sacerdote que dice amar a la iglesia pero oficia las celebraciones desganado, como perico que ni siquiera sabe lo que dice; un médico que juró velar por la vida del ser humano y está a favor de la práctica del aborto, etc.
¡Obras son amores y no buenas razones! El amor se vive, se demuestra, se manifiesta en cada acción que favorece el bienestar del otro. No se compra, no se vende, simplemente se ofrece, natural y espontáneo, porque eso somos: amor hecho imagen y semejanza.
Piensa por un instante cómo demuestras tu amor a quienes dices amar. Si crees que demuestras amor trabajando de sol a sol para comprarles cosas a tus hijos, a lo mucho eres un hombre con ambición, chambeador, pero el amor no es comprar cosas, es darse a sí mismo, es entregar lo que se es, incluso lo que no se es.
¿Cómo andas en términos de amor? ¿Lo expresas, lo vives? ¿Lo disfrutas o lo padeces?
Concluyo con las palabras de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras…”.
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