Serie pueblo gitano - Majarí Calí: Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres, en proceso de beatificación.

Majarí Calí

Como es propio de la Madre de Dios, el mundo gitano tiene, también, su advocación. A ella ya hemos hecho referencia en la serie dedicada a Vírgenes y Santos. Y nos referimos a la Majarí Calí que, como no podía ser de otra forma, es quien, propiamente, da nombre a esta categoría.  La Majarí Calí, santa gitana que acompaña al pueblo gitano por el mundo, es la protagonista primera de lo que vamos a tratar de traer aquí.

Pero debemos decir algo acerca de lo que va a formar parte de lo que empieza hoy. Y es lo que sigue:

1. La intención de este blog: transmitir todo lo referido al mundo gitano católico.

2. Traer aquellos casos que se encuentran bien en proceso de canonización  o de beatificación.

3. Hacer aportaciones acerca de la pastoral gitana de la Conferencia Episcopal Española.

 4. Lo que Dios buenamente inspire al que esto escribe acerca del pueblo gitano.

Al respecto de esto último, la reunión de Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, LXXIX de las habidas, en fecha de 2 de noviembre de 2002 publicó el documento de título “La Iglesia de España y los gitanos” en los que, entre otras realidades (que iremos trayendo aquí) dice que el pueblo gitano mantiene y defiende una serie de valores muy a tener en cuenta (dadas las circunstancias de la sociedad actual) que son, a saber:

-El respeto a la familia como institución suprema de la sociedad gitana. La identidad personal del gitano viene en gran medida determinada por su familia: siempre será miembro de esta o de aquella familia y cargará gustosamente con sus ventajas e inconvenientes;

-La veneración por los miembros de más edad. Los mayores son acreedores de un respeto especial porque acumulan la memoria y la sabiduría de la vida. En momentos delicados buscarán el consejo de los “tíos” y su parecer será muy tenido en cuenta;

-Una concepción más humana del trabajo. El trabajo no lo es todo ni lo más importante para un gitano. El gitano no vive para trabajar, trabaja para vivir. Lo fundamental es la vida, la familia, la convivencia. El trabajo es sólo un medio al servicio de la vida y la familia;

-La hospitalidad y la solidaridad con los miembros de la etnia. Los gitanos guardan memoria de la necesidad y los malos momentos pasados y desean evitarlos a los que son de los suyos. Entre ellos hay una corriente de solidaridad profunda que no puede olvidar que el gitano desconocido, es un primo, un familiar;

-La virginidad de la mujer antes del matrimonio, que es un valor cristiano en sí, ha venido siendo un signo característico de la comunidad gitana, si bien ha dado lugar a que muchas jóvenes, con frecuencia, contrajeran matrimonio prematuramente.

-El respeto a los muertos. Los muertos siguen vivos de otro modo; merecen más que nunca todo el respeto del mundo. Ofender la memoria de un familiar difunto se considera una ofensa gravísima.

Además, añade, digamos que como valores a tener en cuenta, estos:

-El sentido de libertad.

-El respeto a la palabra dada.

-El amor a la naturaleza,

Etc.

Bien podemos ver que el pueblo gitano aporta más de lo que, por lo común, se cree, a la sociedad católica en la que nos movemos. Hagamos lo posible para que esto no se olvide. 

Serie pueblo gitano – Majarí Calí: Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres, en proceso de beatificación

El pueblo gitano tiene, al menos en España, una serie de hermanos en la fe (que son también nuestros) que han dado su vida, precisamente, por la fe que tenían. Son aquellos que consideramos mártires porque han sido testigos de una creencia que, al fin y al cabo, les ha costado la vida.

Uno de ellos es el Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres que nace en Jumilla (Murcia-España) el 11 de febrero del año de Nuestro Señor de 1887.

Los padres de Juan Ramón eran creyentes piadosos y tenían una gran devoción a la Virgen María. Es más, testigos dieron fe de la piedad fuera de lo común de Josefa, su madre. Y, como no podía ser de otra forma, toda la familia la siguió en esto.

Era María Santiago Aguilera una joven nacida en Cuevas de Almanzora. Fue, a la sazón, quien casó con nuestro Siervo de Dios un 28 de diciembre de 1908. Fueron padres de cuatro hijos de nombre Josefa, Remedio, Miguel y Juan Ramón, como el padre. Y a vistas de las testificaciones de los que para ello se prestaron, fue un esposo fiel y educador bueno de cada uno de ellos.

Por otra parte, como bien veremos (Dios mediante) en el apartado correspondiente a la historia del pueblo gitano, desde bien temprano una de las ocupaciones que desempeñó este pueblo fue la de ser tratantes de ganado. Y a eso se dedicaba el bueno de Juan Ramón.

Ya podemos imaginar que, teniendo tal oficio, fuesen algunos los traslados de domicilio que tuvieran que llevar a cabo él y su familia. Así, primero vivieron en Salinas y luego en Monóvar.

¿Cómo era la relación del Siervo de Dios con el oficio que desempeñaba?

Como Dios no escribe nada torcido, lo que tiene reservado para sus hijos más especiales también lo tenía preparado para Juan Ramón. Y no nos referimos a su injusta muerte sino la forma de ser, su humanidad. Queremos decir que se le tenía por hombre honrado, por hombre de bien y por hombre amable.

En primer lugar, su honradez tuvo muchas ocasiones para ponerla en práctica. En una de ellas un agricultor, conocedor de la fama, precisamente, de honrado y de buen trabajador que tenía Juan Ramón, lo llamó par que se llevase una mula y a vendiese. Le dijo, además, que todo lo que pudiese obtener de más sobre el precio por el que él la había comprado que lo considerase dinero suyo (por el trabajo y la intermediación en el negocio, queremos entender).

Y eso hizo. Bueno, hizo lo primero pero lo segundo no fue capaz ni quiso llevarlo a cabo.

El caso es Juan Ramón, como era buen negociante y conocedor de su labor, pudo obtener un precio superior al que le había dicho el vendedor. Entonces, pues, cumplió con lo primero. Pero ahora llegaba la peor parte para él. Y es que no consintió en quedarse con el resto que, de ganancia, había obtenido. Y no consintió porque su honradez le impedía beneficiarse de un favor que le había hecho a un amigo aun teniendo todo el derecho del mundo a hacerlo.

Es de suponer que circunstancias como la aquí traído tuvo que suceder en muchas ocasiones. Y decimos esto porque la fama de hombre laborioso, honrado y, sobre todo, cristiano corría por todos los lugares donde se tenía conocimiento de su existencia.

Esto, como veremos ahora, sería una piedra que le iba a caer encima en poco tiempo. Y es que el Mal nunca deja de trabajar en perjuicio de los representantes del Bien.

Y así andaban las cosas cuando llegó el tiempo de la venganza para los sembradores del odio y la cizaña.

Nos encontramos en Salinas (Murcia). Y corre el mes de mayo de 1931 recién proclamada (artera y falsamente) la malhadada II República Española.

Como era de esperar no habían tardado mucho (ni dos meses) en prohibir las manifestaciones religiosas. Por tanto, tampoco se podía llevar a cabo la procesión de la Virgen del Rosario. Pero Juan Ramón no podía consentir eso.

Habla con el Alcalde que no se responsabilizaba de lo que pudiera pasar si se llevaba a cabo la procesión. Pero Juan Ramón no pensaba consentir tal atropello a la fe de todo un pueblo. Habla con otro tratante de ganado llamado “Juan el Culebra”. Entonces tuvo que consentir el Alcalde vista la resolución de aquellos dos gitanos de fe católica.

Tal que esto fue lo que le dijo Juan Ramón a su amigo Juan Culebra:

‘Yo iré delante  de la procesión y tu irás detrás de la Virgen, y, antes nos matarán a nosotros, que ofendan a su imagen’.

Ya podemos imaginar que una cosa es lo que se pueda decir en leyes y reglamentos y otra lo que pueda hacer con ellos el pueblo soberano y católico.

Queremos decir que la procesión se celebró pero ya podemos imaginar que los que formaban parte del bando antirreligioso, como suele decirse, “le tomaron la matrícula” al gitano Juan Ramón y a los demás. Sobre todo, claro, a aquel que, además de honrado se atrevía a contradecir a la legislación vigente…

Como podemos imaginar, la cosa no iba a quedar ahí.

Bajo el pernicioso régimen de la II República española abundaron los que hacían risa acerca de la fe católica. Apoyados, además, por la legislación en vigor, nada tenían que temer. Y no desaprovechaban ocasión alguna para mostrar que tenían la sartén por el mango y mofarse de todo lo santo.

Algo de eso estaba pasando cuando el 16 de abril de 1935, a la sazón Domingo de Resurrección, el encuentro entre María y Jesús tenía visos de no poder celebrarse. Y es que estaban prohibidos los actos religiosos públicos (¡qué gran sentido de la libertad se tenía entonces!).

Era casi seguro, pues, que no se fuera a celebrar el encuentro entre Madre e Hijo. Pero la fe puede mover montañas, como sabemos. Y eso fue lo que hizo nuestro Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres.

Pocos días antes de aquel Domingo de fe católica trató Juan Ramón que el párroco se aviniese a que la procesión se llevase a cabo en la calle, como siempre se había producido el encuentro. Pero aquel hombre, seguramente con más miedo que otra cosa, no veían bien la cosa. Y eso al Siervo de Dios no le gustaba nada de nada que tenía que ver como, además de las injurias y las risas acerca de la fe católica, se unía la imposibilidad legal de sacar las imágenes para que se produjese su encuentro glorioso.

Ya nos podemos imaginar que el gitano Juan Ramón no se iba a quedar mirando el espectáculo vergonzoso de muchos católicos que no querían hacer nada para remediar aquella situación. Y desapareció del pueblo durante dos días.

No es que tuviera miedo sino que había ido a buscar a un grupo de unos veinticinco (o más) gitanos que, venidos de Elda (Alicante) acudieron para un tan importante momento ataviados con su cayado y un cirio de grandes proporciones.

A nadie se le escapa que la expectación fuera grande. Tampoco se le escapa a nadie que aquello no era para quedarse dentro del Templo. Nada más lejos de su pensamiento.

Entonces entre payos y gitanos tomaron la imagen de la Virgen del Remedio mientras que otros la escoltaban. Y dicen los allí presentes (aunque difiera la forma en lo que todo se produjo) que el Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres se dirigió a la imagen de la Madre de Dios y le dijo algo tal que así:

“El N.”, es el Jefe de los socialistas, yo soy el rey de los gitanos y vamos a hacer que salgas por nuestras calles como siempre’.

Aquel “como siempre” decía muchas cosas que tenían que ver con una fe milenaria que no podía achantarse ante los amenazas del Mal y sus secuaces.

Y la imagen salió de la Iglesia.

Es de creer la escena que entonces se vivió: muchos católicos estaban a la expectativa para ver si salían las imágenes para que el encuentro se llevase a cabo. Y cuál no sería el asombro de ver lo que estaban viendo (la valentía de un gitano a cargo de otros muchos gitanos y payos) que, primero, se produjo un silencio absoluto pero, de inmediato, alguien puso las cosas en su sitio: “¡Viva la Virgen del Remedio! A esto muchos de los presentes respondieron con un “¡Viva!” lleno de fe y de esperanza en el hombre que cree.

Como el Mal es cobarde y se ampara en la oscuridad de la tiniebla, aquel día nada pasó. Y es que aquellos que perseguían a la religión católica y a los fieles se les limitaba su posibilidad de manifestar que lo eran, no estaban dispuestos a interrumpir el encuentro por miedo, seguramente, a salir malparados.

Pero ya tendrían ocasión de vengarse…

Y la tuvieron.

Eran ya muchas (pensarían los matarifes) las ocasiones en las que el gitano Juan Ramón les había hecho pasar por personas impresentables. No iban a tolerar que volviera a pasar.

El caso es que el Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres, gitano de fe profunda, fue arrestado y encarcelado.

Ya podemos imaginar que el trato que recibió en aquella injusta prisión no fue de los más delicado. Todo lo que podamos creer que pasó… seguramente pasó: torturas, maltratos varios… en fin, todo lo que el Mal puede idear para cumplir con su objetivo de maldad contra el Bien.

Junto a Juan Ramón estaba encarcelado una persona de mucho poder económico de nombre Don Ricardo Pérez de Gutiérrez. Este buen hombre no murió en prisión sino que, cuando llegó la liberación, pudo ser testigo fiel de todo lo que había ocurrido. Por esto tuvo a bien decir esto que sigue:

“Estábamos en la cárcel Juan Ramón y yo, y un día le dije: ¡Juan Ramón, vamos a rezar las tres partes del Rosario pidiendo a la Virgen que no nos maten, que tengo cinco hijos!  Y Juan Ramón respondió, yo también”.

Después de rezar el rosario, dijo Juan Ramón, ‘y ahora un zapateao’ y se puso a bailar y cantar. Yo lo veía y decía: ‘Señor, qué humor tiene, y yo llorando, es más católico que yo’”.

Y es que la sangre de los mártires es así.

Corría el 22 de septiembre del año de nuestro Señor de 1936 cuando mataron a Juan Ramón Gil Torres. Lo hicieron en una cuneta de la carretera que une Monóvar con Novelda. No estaba sólo porque lo acompañó en la muerte otro buen católico.

Por último, nos queda decir que la Causa de Canonización del Siervo de Dios dio comienzo el año 2002 y hoy día se encuentra, para su estudio, en la Congregación vaticana para las Causas de los Santos.

Por otra parte, el que esto escribe no está del todo de acuerdo con eso que, a veces, se dice acerca de que “una imagen vale más que mil palabras” porque muchas veces explican muy bien mil palabras una imagen. Sin embargo, hago una excepción a esto al decir que la imagen que hemos traído aquí del Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres muestra mucho y que sobra mirarla para entender muchas cosas: sobre su vida y, sobre todo, sobre su muerte.

Gitano de fama honrada,

Siervo de Dios y amado Suyo,

de nombre Juan Ramón,

de apellidos Gil Torres,

que pasó por el mundo

haciendo el bien y mostrando

que muchas de las cosas

que se murmuran del gitano

son bien contradichas

con un su hacer laborando.

Siervo de Dios y amado Suyo,

en proceso beatificando,

gitano honrado de Santo Rosario,

ejemplo para los muchos

que en el mundo andan andando,

con una fe cabizbaja

y un corazón entornado.

Y ahora les dejamos con la Oración al Siervo de Dios (para uso privado):

“Dios todopoderoso y lleno de misericordia, que diste

a tu Siervo Juan Ramón la gracia de entregar su vida

hasta el martirio por mantener y defender la fe en

Jesús Eucaristía y la Virgen María, destacando por su

honrado trabajo y amor a su familia, concédenos, si

es tu voluntad, el favor que por su intercesión te

pedimos, con la esperanza de que pronto sea incluido

en la gloria de tus santos como ejemplo de valentía cristiana. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”

Con licencia eclesiástica. En conformidad con los Decretos del Papa Urbano VIII, en nada se pretende prevenir el juicio de la iglesia. Esta oración no tiene finalidad de culto público.

Siervo de Dios Juan Ramón Gil Torres, ruega por nosotros.

Amén.

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Por la libertad de Asia Bibi. 

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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Majarí Calí, Santa gitana, ruega por nosotros.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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