Uno de los problemas que me he encontrado para mi nueva novela es la marca de la Bestia. En mi Cyclus Apocalypticus la marca era un código de barras indeleble tatuado por medios tecnológicos muy avanzados, era el siglo XXII.
Pero veinte años después las cosas han cambiado radicalmente. Ya no es necesaria ninguna marca. Un chip invisible, subcutáneo, pequeñísimo, es suficiente.
Pero los lectores de mi blog recordarán mi Sistema NU de identificación:
Con ese sistema, realmente, ya se hace innecesario incluso el chip. Uno ya no necesitaría absolutamente nada. Con lo cual, la marca de la Bestia pasaría a ser una imposición meramente religiosa. Lo cual choca tanto con mi visión laicista de un escenario apocalíptico a corto plazo.
Esta cuestión de la marca no es algo menor. Resulta fácil enfocar una novela como el triunfo rampante de un laicismo hostil. Pero es bastante complicado imaginar el triunfo de un nuevo fanatismo religioso en el plazo de un cuarto de siglo en Europa, Estados Unidos y en los países más avanzados.
Por otra parte, en mi primera novela la Imagen de la Bestia a la que se le concede hablar, la imagino literalmente de esa manera. Pero si hago un Apocalipsis más laicos, ¿qué interpretación hago de la Imagen de la Bestia? Ya tenemos otro problema.
Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.
Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.
Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente;
y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
Problemas y más problemas. Pero no pasa nada. Aquí estoy de fontanero conectando tuberías, soldando trozos. Pero no me vendría mal una ayudita. Soy todo oídos.
Creo que este es el momento en el que además de leer libros sesudos de eruditos y expertos, me vendría muy bien escuchar al pueblo fiel. A ver si la inspiración me viene del lado que menos lo imagino: un ama de casa, un carpintero, un controlador aéreo, una esposa dentista supernumeraria del Opus Dei…
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