Un sacerdote y 33 nuevos diáconos para la Iglesia de Guadalajara


Rebeca Ortega
Sonia Gabriela Ceja Ramírez

Fotos: Carlos Zepeda

El lunes 24 de diciembre, en la parroquia de San Bernardo, recibieron el sacramento del orden sacerdotal, en primer grado, es decir, el diaconado, 31 jóvenes alumnos del Seminario Diocesano de Guadalajara, 2 del Redemptoris Mater (uno colombiano y otro paraguayo), así como un joven fue consagrado como nuevo  presbítero para la Iglesia.

El Diácono según San Juan Pablo II

“El Concilio Vaticano II especifica el puesto que, siguiendo la tradición más antigua, ocupan los diáconos en la jerarquía ministerial de la Iglesia: «En el grado inferior de la Jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de las manos “no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio”. Así confortados con la gracia sacramental, en comunión con el obispo y su presbiterio, sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la Palabra y de la caridad» (Lumen gentium, 29).

“Para ser admitidos al desempeño de sus funciones, los diáconos, antes de la ordenación, reciben los ministerios de lector y acólito.

“(…) La Iglesia precisamente porque nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, considera muy oportuno que los candidatos a las órdenes sagradas, tanto con el estudio como con el ejercicio gradual del ministerio de la Palabra y del altar, conozcan y mediten, a través de un íntimo y constante contacto, este doble aspecto de la función sacerdotal». Esta orientación no sólo vale para la función sacerdotal, sino también para la diaconal.

“El Papa Pablo VI, en la Sacrum diaconatus ordinem (n. 22, 10: cf. L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 4 de julio de 1967, p. 6), dispuso también que el diácono puede «guiar legítimamente, en nombre del párroco o del Obispo, las comunidades cristianas lejanas».

“De manera especial en los lugares donde ningún sacerdote pueda celebrar la eucaristía, el diácono reúne y dirige la comunidad en una celebración de la Palabra, en la que se distribuyen las sagradas especies, debidamente conservadas.

“Es una función de suplencia, que el diácono desempeña por mandato eclesial cuando se trata de salir al paso de la escasez de sacerdotes. Pero esta suplencia, que no puede nunca convertirse en una completa sustitución.

“También según el Concilio, las funciones atribuidas al diácono no pueden menguar el papel de los laicos llamados y dispuestos a colaborar con la jerarquía en el apostolado. Más aún, entre las tareas del diácono está la de promover y sostener las actividades apostólicas de los laicos”.

(*Citas tomadas del texto de la Audiencia General presidida por el Papa San Juan Pablo II, el 13 de octubre de 1993).

Funciones litúrgicas y pastorales del diácono:  Administrar solemnemente el Bautismo; reservar y distribuir la Eucaristía; asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia; llevar el viático a los moribundos; leer la sagrada Escritura a los fieles; instruir y exhortar al pueblo; presidir el culto y oración de los fieles; administrar los sacramentales; presidir el rito de los funerales y sepultura. Fuente: (Lumen gentium, 29).

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