Libre, la libertad de poder decir lo que quiera


Voy a contar algo que nunca había contado. No es fácil revelaros algo realmente nuevo que, de ningún modo, había desvelado nunca. Hoy lo voy a hacer.
Mi familia era totalmente apolítica y yo salí a mi familia, en eso como en tantos otros aspectos. De Franco o el franquismo no se hablaba nunca.
Con los años me forjé una idea distinta de lo que había sido la Guerra Civil, pero no tuve una impresión especialmente favorable por aquel general rebelde. Eso sí, entendí (los datos eran abrumadores) que el alzamiento había sido no solo un mal menor, sino un acto justificado.
Pero el asunto, todo ese asunto, no me atraía para nada. Cualquier época histórica suscitaba más interés para mis lecturas.
Pero la Ley de Memoria Histórica me sacó del letargo. Leí bastante sobre esa época histórica. Ante mis ojos se abrió en todas sus dimensiones lo que fue esa tragedia. ¿Cómo se podían haber silenciado tantos y tantos hechos? No solo lo luctuoso, el carácter épico de la Cruzada apareció en toda su grandeza.
Puedo decir que fui una víctima de esa Ley de Memoria Histórica. Puedo asegurar que Zapatero me hizo franquista. Nunca antes lo había sido.
Se me ocurrió la idea de escribir un ensayo acerca de la religiosidad de Franco. Entonces todavía no conocía las obras de Manuel Garrido ni la de Luís Suárez. Hubiera sido, por mi parte, una reiteración de lo que otros habían escrito mejor y con más conocimiento.
Abandoné la idea. Pero la abandoné, sobre todo, porque no me apetecía ser clasificado, para toda mi vida, como un cura franquista. Solo la posibilidad de ser encasillado de esa manera me repelía. Esa fue la gran razón. A pesar de que un libro así, probablemente, lo hubiera podido publicar con cierta facilidad en una editorial grande. Esos años había publicado dos libros con La Esfera de los Libros.
Ya había tomado la decisión de forma definitiva: ningún libro sobre Franco. Me mantuve en esta postura durante varios años. Y entonces ocurrió lo inesperado: una de esas cosas que para nada estaba en mis planes, pero que supuso un cambio radical.
Era una noche de verano calurosísima. Zapatero estaba en La Moncloa. Pero no recuerdo el año. Yo había cenado, me encontraba empapado de sudor, debíamos estar a casi 30º. Se me ocurrieron una serie de pensamientos por si alguna vez escribía una novela sobre Franco. Días antes había tenido una ocurrencia: escribir una vida de Franco al estilo de Memorias de Adriano. Pero esa idea, la de una novela sobre ese personaje, al momento, la deseché; y me mantuve firme.
El caso es que, a pesar de todo, la mencionada noche de verano me vino a la mente un enfoque sobre la Guerra Civil que me pareció, en esa época, muy novedoso. Tras un rato de darle vueltas, pensé: “Voy a escribir a grandes rasgos esta idea que me ha venido a la mente, para que no se me olvide”. Mi idea era escribir una página y archivarla.
Pero, en cuanto empecé a escribir, más ideas me venían a la cabeza, ideas y más ideas. Fue como un aluvión de inspiraciones. Me acuerdo que estuve escribiendo durante algo más de una hora a una velocidad increíble. Hasta yo mismo me sorprendía. Yo escribo muy rápido en un teclado. Pero aquella noche es que mis dedos volaban sobre las teclas.
Algo más de una hora de escritura ininterrumpida, sin ningún descanso. Literalmente empapado de sudor. Fue necesario ducharme antes de ir a la cama.
Mientras escribía sentí la inspiración como pocas veces la he sentido. Yo llevaba años dedicado a la escritura profesional, pero lo de esa noche fue toda una experiencia, algo que nunca había experimentado. La inspiración como tormenta, como huracán. Lo que escribía me emocionaba tanto que no dejé de llorar a lágrima vida durante todo ese tiempo: escribía y lloraba, escribía con intensidad, tenía mi cara empapada de las lágrimas que caían por mi barbilla.
En ese momento, no lo pensé. Pero ahora estoy convencido de que un ángel debió ponerse a mi lado. Nunca había sentido eso al escribir.
Cuando acabé, tenía alrededor de treinta páginas escritas. Al escribir el último punto final, no recuerdo lo que hice por el salón. Después de escribir esa parte del primer capítulo, ya no tenía ninguna duda: No había marcha atrás. La novela tenía que escribirla.
Las páginas que escribí esa noche de un tirón son las del primer capítulo, entre la página 47 y la 81. Si bien, en la versión final, hubo posteriores añadiduras temáticas.
No sospeché en ese momento nada angélico. Pero debí recibir algún tipo de gracia espiritual que tuvo un curioso resultado: y es que, desde esa noche, cada vez que hablaba de Franco me daban ganas de llorar de emoción. Por alguna razón, después de esa experiencia, sentí un cariño por Franco que no dudo de calificar de inexplicable.
Sé que suena un poco ridículo y me siento ridículo al contarlo, pero es así. Hasta entonces, había sido un personaje para mí, bastante anodino, por el que no sentía ni admiración ni ningún sentimiento especial. Pero, desde esa noche, pasé mucha vergüenza, porque, al hablar del tema, tenía que hacer grandes esfuerzos para contener mis lágrimas de emoción.
Aun a riesgo de que algunos piensen que ahora quiero hacerme propaganda, os diré que los que deseen descargar el libro, lo pueden hacer aquí:

Bien, ya he contado lo que tenía bien guardado. Y que me avergonzaba mucho decirlo. Pero las cosas fueron así. Por supuesto que algunos dirán que fue mi subconsciente. No lo descarto, lo digo en serio. Pero me inclino a pensar que esa noche me parece que se me concedió de lo alto comprender lo que fue la Cruzada desde un punto de vista no de los meros episodios, sino desde el punto de vista cómo se vio desde el cielo.

Publicar un comentario

Blogger
Facebook

Emoticon
:) :)) ;(( :-) =)) ;( ;-( :d :-d @-) :p :o :>) (o) [-( :-? (p) :-s (m) 8-) :-t :-b b-( :-# =p~ $-) (b) (f) x-) (k) (h) (c) cheer
Click to see the code!
To insert emoticon you must added at least one space before the code.

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets