La Eucaristía Solemne fue concelebrada por los participantes del Sínodo y contó también con la participación de algunos representantes de la Amazonía, como fue el caso de una mujer que leyó la primera lectura en español y de un grupo de personas que llevaron las ofrendas.
Además, el Santo Padre mencionó la presencia de algunas personas con discapacidad que forman parte de la Comunidad del Arca, fundada por el recientemente fallecido Jean Vanier, a quienes saludó personalmente al final de la Misa.
“Providencialmente hoy nos acompañan en esta Misa, no solo los aborígenes de la Amazonía, también los más pobres de la sociedad desarrollada, los hermanos y hermanas enfermos de la Comunidad de la Arca. Están con nosotros, en el primer lugar”, indicó el Papa.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó en tres tipos de oración que se describen en las lecturas de este domingo: la oración del fariseo, la oración del publicano y la oración del pobre.
“Recemos para pedir la gracia de no considerarnos superiores, de creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en cínicos y burlones. Pidamos a Jesús que nos cure de hablar mal y lamentarnos de los demás, de despreciar a nadie: son cosas que no agradan a Dios”, invitó el Pontífice.
Al referirse a la oración del fariseo, el Papa señaló que “presume porque cumple unos preceptos particulares de manera óptima. Pero olvida el más grande: amar a Dios y al prójimo. Satisfecho de su propia seguridad, de su propia capacidad de observar los mandamientos, de los propios méritos y de las propias virtudes, solo está centrado en sí mismo. El drama de este hombre es que es sin amor. También las cosas mejores sin amor, no sirven de nada”, advirtió.
En este sentido, el Santo Padre alertó sobre esta actitud del fariseo para advertir sobre la “religión del yo” y añadió que “tantos grupos ilustrados, cristianos, católicos van por este camino”.
“También hoy lo hemos visto, en el Sínodo, cuando hablábamos sobre la explotación de la creación, de la gente, de los habitantes de la Amazonía, sobre la trata de las personas, sobre el comercio de las personas. Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra: lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonía”, afirmó el Papa.
De este modo, el Pontífice destacó que “la ‘religión del yo’ sigue, hipócrita con sus ritos y ‘oraciones’, pero tantos son católicos, se confiesan católicos, han olvidado ser cristianos, ser humanos. Olvidan el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo. También los cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a esta ‘religión del yo’. Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque solo sea con palabras”.
Asimismo, el Santo Padre animó a realizar una oración que nazca del corazón, al poner “delante de Dios el corazón, no las apariencias” ya que “rezar es dejar que Dios nos mire por dentro, es Dios que me mira cuando rezo, rezar es dejarse mirar dentro por Dios, sin fingimientos, sin excusas, sin justificaciones”.
“Muchas veces nos hace reír los arrepentimientos llenos de justificaciones, el arrepentimiento parece una ‘auto causa de canonización’. Porque del diablo vienen la opacidad y la falsedad, estas justificaciones, en cambio de Dios viene la luz y la verdad, la transparencia de mi corazón”, dijo.
Ante esto, el Papa recordó la importancia de “sentirnos necesitados de salvación porque es el “primer paso de la religión de Dios, que es misericordia hacia quien se reconoce miserable”. “Recemos para pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, necesitados de misericordia, pobres interiormente. También para eso nos hace bien estar a menudo con los pobres, para recordarnos que somos pobres, para recordarnos que solo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de Dios”, pidió el Pontífice.
En esta línea, el Papa Francisco expresó su agradecimiento a los participantes del Sínodo por “haber dialogado durante estas semanas con el corazón, con sinceridad y franqueza, exponiendo ante Dios y los hermanos las dificultades y las esperanzas”.
Finalmente, al reflexionar sobre “la oración del pobre” el Santo Padre explicó que en este Sínodo tuvieron “la gracia de escuchar las voces de los pobres y de reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores. Y, sin embargo, aún en esta situación, muchos nos han testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para explotar sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios”.
“Cuántas veces, también en la Iglesia, las voces de los pobres no se escuchan, e incluso son objeto de burlas o son silenciadas por incómodas. Recemos para pedir la gracia de saber escuchar el grito de los pobres: es el grito de esperanza de la Iglesia. El grito de los pobres: es el grito de esperanza de la Iglesia. Haciendo nuestro su grito, también nuestra oración -estemos seguros- atravesará las nubes”, concluyó.
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