Así lio indicó el Santo Padre en su mensaje por la Jornada Mundial del Enfermo que se celebrará el próximo 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes. En esta ocasión el texto se centra en el el pasaje del Evangelio “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré".
El Pontífice resalta que este pasaje explica que “el camino misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece alivio a quienes están cansados y fatigados” y “expresa la solidaridad del Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que sufre”.
A los que padecen en el cuerpo y en el espíritu, el Papa Francisco recuerda que “Jesús dice a todos que acudan a Él y les promete alivio y consuelo”.
“Jesucristo, a quien siente angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad, no impone leyes, sino que ofrece su misericordia, es decir, su persona salvadora. Jesús mira la humanidad herida. Tiene ojos que ven, que se dan cuenta, porque miran profundamente, no corren indiferentes, sino que se detienen y abrazan a todo el hombre, a cada hombre en su condición de salud, sin descartar a nadie, e invita a cada uno a entrar en su vida para experimentar la ternura”, afirma en el mensaje.
Además recuerda que Jesucristo tiene estos sentimientos porque “él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre” y “sólo el que vive en primera persona esta experiencia sabrá ser consuelo para otros”.
Ante las distintas enfermedades y formas de sufrimiento, el Papa alerta que “a veces se percibe una carencia de humanidad” y por eso asegura que es “necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al ‘curar’ el ‘cuidar’, para una recuperación humana integral”.
En el mensaje destaca que “durante la enfermedad, la persona siente que está comprometida no sólo su integridad física, sino también sus dimensiones relacionales, intelectiva, afectiva y espiritual” y por eso además de los tratamientos espera recibir “apoyo, solicitud, atención… en definitiva, amor” y recuerda que “junto al enfermo hay una familia que sufre, y a su vez pide consuelo y cercanía”.
A los enfermos, el Papa Francisco les recuerda que están “de modo particular entre quienes, “cansados y agobiados”, atraen la mirada y el corazón de Jesús” y de ahí “viene la luz para vuestros momentos de oscuridad, la esperanza para vuestro desconsuelo”.
Por eso “Jesús os invita a acudir a Él” para encontrar “la fuerza para afrontar las inquietudes y la preguntas que surgen en vosotros en esta “noche del cuerpo y del espíritu” y recuerda que “Cristo no nos ha dado recetas, sino que son su pasión, muerte y resurrección nos libera de la opresión del mal”.
También explica que “la Iglesia desea ser cada vez más, y lo mejor que pueda, la “posada” del Buen Samaritano que es Cristo, es decir, la casa en la que podéis encontrar su gracia, que se expresa en la familiaridad, en la acogida y en el consuelo”.
“En esta casa, podréis encontrar personas que, curadas por la misericordia de Dios en su fragilidad, sabrán ayudaros a llevar la cruz haciendo de las propias heridas claraboyas a través de las cuales se pueda mirar el horizonte más allá de la enfermedad, y recibir luz y aire puro para nuestra vida”, aseguró el Papa.
Además destacó el trabajo de los agentes sanitarios, médicos, enfermeros, personal sanitario y administrativo, auxiliares y voluntarios que “actúan con competencia haciendo sentir la presencia de Cristo, que ofrece consuelo y se hace cargo de la persona enferma curados sus heridas”.
Por eso les pidió que en cada una de sus acciones “tengan constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible”.
Asimismo subraya que “en la experiencia del límite y del posible fracaso de la ciencia médica frente a los casos clínicos cada vez más problemáticos y a diagnósticos infaustos, estáis llamados a abriros a la dimensión trascendente, que puede daros el sentido pleno de vuestra profesión”.
“Recordemos que la vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es inviolable y no se puede disponer de ella”, subraya el Papa Francisco y también aseguró que “la vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina: lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida”.
Ante las dificultades que afrontan los profesionales de la medicina, el Papa recuerda que “en ciertos casos, la objeción de conciencia es para vosotros una elección necesaria para ser coherentes con este 'sí' a la vida y a la persona”, pero en cualquier caso, “vuestra profesionalidad, animada por la caridad cristiana, será el mejor servicio al verdadero derecho humano, el derecho a la vida. Aunque a veces no podáis curar al enfermo, sí que podéis siempre cuidar de él con gestos y procedimientos que le den alivio y consuelo”.
También destacó la importancia del personal sanitario especialmente en contextos de guerra y de conflicto violento porque ellos ocupan “de dar acogida y asistencia a los enfermos están en el punto de mira”.
Y alertó de que en algunas zonas “el poder político también pretende manipular la asistencia médica a su favor, limitando la justa autonomía de la profesión sanitaria”, por eso subrayó que “atacar a aquellos que se dedican al servicio de los miembros del cuerpo social que sufren no beneficia a nadie”.
En el mensaje por la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo el Papa recordó especialmente a “los numerosos hermanos y hermanas que, en todo el mundo, no tienen la posibilidad de acceder a los tratamientos, porque viven en la pobreza”.
“Me dirijo, por lo tanto, a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países del mundo, a fin de que no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico”, aseguró en el mensaje y les animó a que “aunando los principios de solidaridad y subsidiariedad, se coopere para que todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la recuperación de la salud”.
También agradeció “de corazón a los voluntarios que se ponen al servicio de los enfermos, que suplen en muchos casos carencias estructurales y reflejan, con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen Samaritano”.
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