Qué hago yo si administro la unción de los enfermos a un paciente contagioso por contacto porque tiene una bacteria resistente.
En ese caso, no solo se han de usar guantes para administrar la unción, sino que, además, se debe usar un dedo para la unción de la frente y otro dedo para la unción en las manos. Eso se hace así para no volver a meter el mismo dedo en el recipiente del óleo. En cuyo caso, el óleo quedaría contaminado. ¿Por qué? Porque el dedo que ha tocado la piel sería introducido en el óleo que se usará para administrar el sacramento a otros enfermos. Pero si cada vez se introduce un dedo, se evita esa posibilidad.
Hay que tener en cuenta que hoy día la mayor parte de las bacterias resistentes se contagian por contacto. Y esas bacterias complican mucho la vida del enfermo y sus familiares. Todo esfuerzo por parte del capellán para no sacar la bacteria fuera vale la pena.
Acabado el sacramento lo lógico es lavarse las manos con jabón y desinfectar el recipiente del óleo con el líquido bactericida que el hospital provee.
Lo mejor es conocer de memoria la fórmula esencial del sacramento, pues si se introduce el ritual hay que pasar páginas y solo un sacerdote muy cuidadoso evitará que sus dedos tras dar la unción toquen las páginas.
No hace falta saberse todo el ritual de memoria, basta con conocer la fórmula esencial, y antes de ello imponer las manos (sin tocar el enfermo) y recitar de memoria parte del ritual. El ritual incluye una liturgia de la palabra: no es difícil aprender un texto breve de memoria.
Puede parecer que soy muy escrupuloso en esta materia, pero de ninguna manera el capellán del hospital puede convertirse en un vector de contagio en el hospital. Así que cuando entro en una habitación con alguien que padece una bacteria resistente, no toco nada de la habitación. Absolutamente nada. Ni dejo nada apoyado en el lugar. Voy con los guantes puestos, doy la unción y me saco los guantes. ¿Por qué me saco los guantes en ese momento, tras la unción? Pues lo hago para no tocar el recipiente del óleo u otros objetos con el mismo guante que ha tocado el enfermo. Puesto que tras la unción voy a cerrar el recipiente del óleo; y si llevo ritual, voy a tocar el ritual.
La medida profiláctica es muy sencilla: Lo que toque el cuerpo del enfermo tiene que arrojarse en el recipiente para su incineración. Todo lo que saque de la habitación no debe haber estado en contacto ni con el enfermo ni con ningún objeto de la habitación. Si lo ha estado, hay que desinfectarlo.
Recapitulando, si el único momento de contacto con el enfermo es la unción, llevo guantes hasta ese momento. Después me los saco y continuo sin guantes, pero ya no voy a tocar nada de la habitación ni al enfermo. En ese caso, pido a un familiar que me abra la puerta de salida.
Les explico: “Ustedes ven el engorro que es la bata desechable, los guantes, etc., no quiero llevar la bacteria a otra habitación”. En ningún caso, nunca, un familiar se ha molestado. Al revés, siempre me han agradecido que me tome tanta molestia para no llevar la bacteria a otro paciente.
Sea dicho de paso, una única vez uno se molestó en seis años: era un sacerdote. Ya se ve que en casa de herrero, cuchillo de palo.
Conclusión:
1. El dedo que ha tocado la piel de un enfermo contagioso, no puede ser introducido en el santo óleo. Hay que usar otro dedo.
2. La mano que ha tocado algo de la habitación no debe tocar ni el recipiente del óleo ni el ritual. Salvo que después lo desinfectemos.
Por esta razón, en esas habitaciones, no uso estola. Es difícil que la estola, al inclinarse el sacerdote hacia el enfermo no toque las sábanas del paciente.
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