Cuestiones hospitalarias, 4ª parte y última


Aunque este tema de las pequeñas cuestiones hospitalarias podría alargarse, he decidido que este será el último post.
Primera cuestión
Un problema que se plantea a los capellanes que viven en ciudades es qué hacer con los guantes cuando se han usado para ungir a alguien. Los algodones con los que un sacerdote se limpia los dedos tras la unción (en el bautismo o en la unción de los enfermos) se guardan en la sacristía y después se queman. Tirándose la ceniza a un jardín o a la basura.
El problema es que no es lo mismo quemar unos cuantos algodones que varias docenas de guantes cuando el sacerdote vive en un piso y no tiene ningún jardín donde hacerlo.
En esos casos, lo mejor es depositar esos guantes en el recipiente que hay en la habitación con objetos que van a ser incinerados. Mejor sería incinerar esos guantes aparte, pero no resulta indigno hacerlo con las demás prendas. El final para esos guantes, la incineración, es digno. Mientras que sacar de forma habitual guantes con bacterias resistentes es un problema: no solo por la cantidad, imposible de quemar en un piso, sino también por cuestiones sanitarias. Sin escrúpulo, el sacerdote puede obrar de esa manera.
Segunda cuestión
Ya he dicho que, en cualquier parroquia, los algodones usados para limpiar los dedos tras una unción lo normal es quemarlos. ¿Por qué? Para no arrojarlos con la basura. Es un modo de honrar ese sacramental.
Ahora bien, en un hospital, el número de algodones usados puede ser bastante alto. Y en un piso no es posible quemarlos con facilidad. Resulta posible en un balcón, pero es algo que llamaría la atención de los vecinos. En mi hospital hay una unción cada tres días, como media.
¿El sacerdote puede limpiar su dedo índice, discretamente, en el borde de la sábana, por ejemplo, cerca de los pies de la cama? En mi opinión, sí. Se puede hacer eso sin caer en un desdoro a esa materia sacramental.
Esas sábanas serán lavadas de un modo digno. No se mezclan con la basura. Me estoy refiriendo a la unción dada a personas sin bacterias resistentes.
Pienso que limpiarse el dedo en esa sábana limpia que después va a ser lavada es un modo que no afrenta a la dignidad del sacramento. Mejor sería usar algodones y reservar esos algodones. Pero, en un hospital, la cantidad al cabo del mes puede ser lo suficientemente grande como para ser un problema quemarlos en un piso. Usar una tela que va a ser lavada de un modo industrial pienso que se asimila a la incineración. No veo gran diferencia entre quemar un algodón o lavar una tela.
Tercer caso
¿Qué hacer con el agua tras lavar los purificadores? Esto no sería necesario explicarlo. Pero, para que quede completo este apartado, lo menciono. Los purificadores, corporales y manteles del altar se introducen en un balde de agua. Se lavan a mano, sin jabón, en esa agua. El agua se puede depositar en macetas si la persona que los lava vive en un piso. Mejor es repetir la operación y obrar con la segunda agua de la misma manera. Después del segundo lavado sin jabón, ya pueden lavarse normalmente echando el agua por el fregadero.
Yo incluyo también en este grupo de telas al velo del cáliz si hubiera de lavarse. Pues el velo entra en contacto a menudo con el purificador al final de la misa.
Si una casulla o cualquier otro ornamento litúrgico se ha de desechar, debe quemarse. Lo ideal será enterrar las cenizas en un jardín de la parroquia, pero pueden arrojarse a la basura si se careciera de este.

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