Así lo indicó el Santo Padre este 31 de enero al recibir a los participantes del primer Congreso Internacional de pastoral de los ancianos con el tema “la riqueza de los años” organizado por el Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida.
“Les pido que no se cansen de proclamar el Evangelio a los abuelos y a los ancianos. Vayan con ellos con una sonrisa en su rostro y el Evangelio en sus manos. Salgan a las calles de sus parroquias y busquen a los ancianos que viven solos. La vejez no es una enfermedad, es un privilegio. La soledad puede ser una enfermedad, pero con caridad, cercanía y consuelo espiritual podemos curarla”, advirtió el Papa.
En su discurso, el Pontífice destacó que la riqueza de los años “es la riqueza de las personas, de cada persona que tiene a sus espaldas muchos años de vida, experiencia e historia. Es el tesoro precioso que toma forma en el camino de la vida de cada hombre y mujer, sin importar sus orígenes, procedencia, condiciones económicas o sociales. Porque la vida es un regalo, y cuando es larga es un privilegio, para uno mismo y para los demás. Siempre, siempre es así”.
Sin embargo, el Papa Francisco reconoció que “la desorientación social y, en muchos casos, la indiferencia y el rechazo que nuestras sociedades muestran hacia las personas mayores, llaman no sólo a la Iglesia, sino a todo el mundo, a una reflexión seria para aprender a captar y apreciar el valor de la vejez”.
“En efecto, mientras que, por un lado, los Estados deben hacer frente a la nueva situación demográfica en el plano económico, por otro, la sociedad civil necesita valores y significados para la tercera y la cuarta edad. Y aquí, sobre todo, se coloca la contribución de la comunidad eclesial”, añadió.
Por eso, el Santo Padre destacó la iniciativa de este primer congreso de la pastoral de los ancianos que ha iniciado “una reflexión sobre las implicaciones que se derivan de una presencia sustancial de los abuelos en nuestras parroquias y sociedades”.
“Les pido que no se quede en una iniciativa aislada, sino que marque el inicio de un camino de profundización y discernimiento pastoral. Necesitamos cambiar nuestros hábitos pastorales para responder a la presencia de tantas personas mayores en las familias y en las comunidades”, pidió el Papa.
Además, el Pontífice explicó que “en la Biblia, la longevidad es una bendición” porque “nos enfrenta a nuestra fragilidad, a nuestra dependencia mutua, a nuestros lazos familiares y comunitarios, y sobre todo a nuestra filiación divina”.
En esta línea, Francisco señaló que “la Iglesia se convierte en un lugar donde las generaciones están llamadas a compartir el plan de amor de Dios, en una relación de intercambio mutuo de los dones del Espíritu Santo” y agregó que “este intercambio intergeneracional nos obliga a cambiar nuestra mirada hacia las personas mayores, a aprender a mirar el futuro junto con ellos”.
“Cuando pensamos en los ancianos y hablamos de ellos, sobre todo en la dimensión pastoral, debemos aprender a cambiar un poco los tiempos de los verbos. No sólo hay un pasado, como si para los ancianos sólo hubiera una vida detrás de ellos y un archivo enmohecido. No. El Señor puede y quiere escribir con ellos también nuevas páginas, páginas de santidad, de servicio, de oración... Hoy quisiera decirles que los ancianos son también el presente y el mañana de la Iglesia. Sí, ¡son también el futuro de una Iglesia que, junto con los jóvenes, profetiza y sueña! Por eso es tan importante que los ancianos y los jóvenes hablen entre ellos, es muy importante”.
Asimismo, el Papa Francisco explicó que los abuelos “son el eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en la fe” ya que actualmente “en las sociedades secularizadas de muchos países, las generaciones actuales de padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana y la fe viva que los abuelos pueden transmitir a sus nietos”.
“Son el eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en la fe. Debemos acostumbrarnos a incluirlos en nuestros horizontes pastorales y a considerarlos, de forma no episódica, como uno de los componentes vitales de nuestras comunidades. No sólo son personas a las que estamos llamados a ayudar y proteger para custodiar sus vidas, sino que pueden ser actores de una pastoral evangelizadora, testigos privilegiados del amor fiel de Dios”, remarcó el Papa.
Finalmente, el Santo Padre agradeció a quienes dedican sus energías pastorales a los abuelos y a los ancianos y auguró que “lo que hoy es la sensibilidad de unos pocos se convierta en el patrimonio de cada comunidad eclesial”.
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