La Transfiguración está en el ápice del ministerio público de Jesús








Ciudad del Vaticano (AICA): El papa Francisco rezó este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la Plaza de San Pedro, donde se encontraban miles de personas, fieles y peregrinos, como ocurre todos los domingos al mediodía. Antes de la oración mariana, el papa Francisco se refirió al Evangelio de este domingo que narra el hecho de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor, acontecimiento que está en el ápice del ministerio público de Jesús.



El papa Francisco rezó este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la Plaza de San Pedro, donde se encontraban miles de personas, fieles y peregrinos, como ocurre todos los domingos al mediodía.

Antes de la oración mariana, el papa Francisco se refirió al Evangelio de este domingo que narra el hecho de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor, acontecimiento que está en el ápice del ministerio público de Jesús.




“El domingo pasado -comenzó diciendo el papa- la liturgia nos presentó a Jesús tentado en el desierto por Satanás y victorioso sobre la tentación. A la luz del este Evangelio, hemos tomado nuevamente conciencia de nuestra condición de pecadores, pero también de la victoria sobre el mal ofrecida a todos los que toman el camino de conversión y, como Jesús, quieren hacer la voluntad del Padre.




“En este segundo domingo de cuaresma la Iglesia nos indica la finalidad de este itinerario de conversión, o sea la participación en la gloria de Cristo, en quien resplandece su rostro de Siervo obediente, muerto y resucitado por nosotros.




“La página evangélica de hoy -explicó Francisco- nos cuenta el acontecimiento de la Transfiguración, que se coloca en el ápice del ministerio público de Jesús. Él está en camino hacia Jerusalén, donde se cumplirán las profecías del Siervo de Dios y se consumará su sacrificio redentor. Las multitudes que no entienden esto, y ante la perspectiva de un mesías que contradice sus expectativas terrenas, lo han abandonado, porque pensaban que el Mesías habría sido un liberador del dominio de los romanos, un liberador de la patria, y esta perspectiva de Jesús no les gusta y lo dejan.




“Tampoco los apóstoles entienden las palabras con las que Jesús anuncia la finalidad de su misión en la pasión gloriosa. Jesús entonces toma la decisión de mostrarles a Pedro, Santiago y Juan un anticipo de su gloria. La que tendrá después de la Resurrección, para confirmarlos en la fe y animarlos a seguirlo en el camino de la prueba, de la cruz. Así, inmerso en la oración, se transfigura delante de ellos: su rostro y toda su persona irradian una luz fulgurante. Los tres discípulos están asustados, mientras una nube blanca los envuelve y resuena desde lo alto -como en el bautismo en el Jordán- la voz del Padre: 'Este es mi Hijo el amado: escúchenlo'.




“Y Jesús es el Hijo que se hizo Servidor, enviado al mundo para realizar mediante la cruz el proyecto de la salvación, para salvarnos a todos nosotros. Su plena adhesión a la voluntad del Padre, vuelve su humanidad transparente a la gloria de Dios, que es el Amor. Jesús se revela así como la imagen perfecta del Padre, la irradiación de su gloria.




“Es el cumplimiento de la revelación; por esto a su lado aparecen transfigurados Moisés y Elías, que representan la Ley de los profetas, significando que todo comienza y termina en Jesús, en su pasión y su gloria.




“La voz de orden para los discípulos y para nosotros -señala el papa Francisco- es: ‘Escúchenlo’. Escuchen a Jesús. Es él el Salvador: síganlo. Escuchar a Cristo, de hecho comporta asumir la lógica de su ministerio pascual, ponerse en camino con él, para hacer de la propia existencia un don de amor a los otros, en dócil obediencia con la voluntad de Dios, con una actitud de separación de las cosas mundanas y de libertad interior. Es necesario, en otras palabras, estar prontos a 'perder la propia vida', dándola para que todos los hombres sean salvados, y para que nos reencontremos en la felicidad eterna.




“El camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad. No nos olvidemos. Habrá en el medio una cruz o las pruebas, pero al final nos lleva siempre a la felicidad. Jesús no nos engaña. Nos prometió la felicidad y nos la dará si seguimos su camino.




“Con Pedro, Santiago y Juan, subimos también nosotros hoy, al monte de la Transfiguración y nos detenemos en contemplar del rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el amor.




“En realidad -concluyó el Papa- el amor es capaz de transfigurar todo, el amor transfigura todo. ¿Creemos en esto? Nos sostenga en este camino la Virgen María, que ahora invocamos con la oración del ángelus”.+







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