Mendoza tiene un nuevo sacerdote: Andrés Canciani








Mendoza (AICA): El arzobispo de Mendoza, monseñor Carlos María Franzini, confirió el orden del presbiterado al diácono Andrés Canciani, durante una misa celebrada en la catedral de Nuestra Señora de Loreto el jueves 19 de marzo, solemnidad de san José.



El arzobispo de Mendoza, monseñor Carlos María Franzini, confirió el orden del presbiterado al diácono Andrés Canciani, durante una misa celebrada en la catedral de Nuestra Señora de Loreto el jueves 19 de marzo, solemnidad de san José.

Monseñor Franzini reflexionó durante la homilía, previa al rito de la imposición de las manos y de la oración consagratoria, sobre la figura de san José. El prelado destacó la fe del esposo de María, pero también el silencio orante y su servicio escondido para poder responder al misterio al que Dios lo llamó.




El arzobispo resaltó que José recibió de Dios el don de la fe, que lo capacitó y lo dispuso para la misión. Destacó su fidelidad, que no consiste “en una arrebatada respuesta circunstancial”, sino en “el empeño discreto y perseverante por buscar y responder a la voluntad de Dios, que constantemente sale a nuestro encuentro a lo largo de toda la vida”.




También reflexionó sobre la importancia de la comunidad diocesana, a la cual el sacerdote está vinculado por encima de todo. Sostuvo que la arquidiócesis es “una gran familia” que preside el obispo para el servicio de todo el pueblo de Dios. También exhortó al joven ordenando a vivir unido al presbiterio.




“Reconocerse miembro de un presbiterio, de un ‘cuerpo’, ligado por una fraternidad sacramental -antes que afectiva o ideológica- es garantía de genuina fecundidad pastoral y antídoto contra personalismos excesivos o protagonismos narcisistas, que poco tienen que ver con el perfil del pastor que nos propone el evangelio”, dijo el arzobispo.




Monseñor Franzini insistió en la unidad y la cooperación entre los sacerdotes para cumplir el mandato de Jesús, que oró al Padre pidiendo “que sean uno para que el mundo crea”. Dirigiéndose al presbiterio diocesano, convocado en número para la ordenación, el arzobispo invitó a asumir como presbiterio “la firme determinación de reparar tanto daño provocado a nuestra Iglesia con nuestros pecados, los propios y los de nuestros hermanos presbíteros”.




“Es un misterio grande que el Señor haya llamado a estas ‘vasijas de barro’ que somos cada uno, como lo fueron Pedro, Pablo y los demás apóstoles. Pero la conciencia de la propia debilidad no justifica nuestros descuidos y, por el contrario, nos estimula a buscar personal y comunitariamente caminos de maduración permanente”, sostuvo el celebrante, quien sugirió a los sacerdotes aprovechar las opciones de formación permanente como un modo de reparar los daños comunitarios.




Finalmente, el arzobispo reflexionó sobre la vocación. Destacó que la familia del joven ordenando supo ser “tierra propicia” para que fueran germinando la fe y la llamada y llamó a comprometerse en la tarea vocacional: “Todos hemos de sentirnos convocados a ser activos y diligentes promotores de una incisiva pastoral vocacional. Nos lo pide el Señor, que sigue llamando. Lo reclama nuestra arquidiócesis, que tiene urgencia de muchos y santos pastores. Lo necesita el mundo, que busca a Dios, aún sin advertirlo”.+




Texto completo de la homilía







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