“La paz es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres, llamados a llevarlo a la práctica”. Es lo que se lee en la introducción del mensaje del Papa Francisco con ocasión de la XLIX Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero de 2016.
Esta mañana ha tenido lugar la presentación del Mensaje del Santo Padre cuyo título es ”Vence la indiferencia y conquista la paz”. Han intervenido el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, Flaminia Giovanelli y Vittorio V. Alberti, respectivamente, Subsecretario y Oficial del mismo dicasterio. También estaban presentes en la sala algunos refugiados procedentes de Siria, Somalia, Kenia y Costa de Marfil, a los que presta asistencia el Centro Astalli de Roma. El arzobispo de Monreale (Sicilia) Mons. Michele Pennisi y el sacerdote Luigi Ciotti, fundador del Grupo Abel y de la Asociación Libera, contribuyeron a la presentación con un testimonio escrito.
El cardenal Turkson comenzó explicando que en una época en que la actitud general de indiferencia está generalizada el Papa trata a fondo el problema de esta “globalización de la indiferencia”, que partiendo de la indiferencia a Dios se extiende a los seres humanos y a la creación. El ser humano se siente autosuficiente y piensa que no debe nada a nadie, excepto a sí mismo y se atribuye solamente derechos y no deberes.
”Después de demostrar que la paz se ve amenazada por la indiferencia a todos los niveles -señaló el purpurado- el Mensaje ofrece una reflexión bíblica y teológica, que nos permite comprender la necesidad de superar la indiferencia para abrirnos a la compasión, la misericordia y al compromiso, y por tanto a la solidaridad”. Esta última se define como una virtud moral y una actitud que aquellos que tienen responsabilidades de tipo educativo o de formación, como las familias, los profesores, los trabajadores de la cultura y los medios de comunicación social, están llamados a cultivar”.
El documento reafirma la confianza en la capacidad der ser humano para vencer el mal con el bien e indica las múltiples formas de solidaridad presentes en la sociedad en favor de las víctimas de los conflictos armados, de los pobres y los migrantes y concluye con un llamamiento del Santo Padre para que cada uno, en el espíritu del Jubileo de la Misericordia, adopte un compromiso concreto para ayudar a mejorar la realidad en la que vive, de su familia, del barrio o del entorno de trabajo. Por eso, no es la indiferencia el centro del mensaje sino la esperanza en la capacidad del ser humano de no ceder a la resignación y a la indiferencia y, en este sentido, el Papa cita algunos acontecimientos claves de 2015, como la COP 21 sobre el clima, la Cumbre de Addis Abeba para recaudar fondos para el desarrollo sostenible del mundo, la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y el 50 aniversario de la publicación de Nostra Aetate y la Gaudium et Spes, dos documentos del Concilio Vaticano II que abrieron la puerta del diálogo con las religiones no cristianas y con toda la familia humana.
La Subsecretaria Flaminia Giovanelli puso en evidencia la continuidad del magisterio del Papa Francisco con el de sus predecesores Benedicto XVI y Juan Pablo II, resaltando que el primero había individuado en la cuestión antropológica la cuestión social actual, señalando el problema del nihilismo, mientras el vínculo con san Juan Pablo II era particularmente visible en la indicación del camino de la misericordia para contrastar la indiferencia.
Por su parte Vittorio V. Alberti subrayó que si la paz exige una victoria y una conquista es porque hay un contraste. ”La indiferencia -dijo- afecta a la esfera pública (política y cultura) y Francisco escribe solamente una vez una palabra que es capital en este contraste: corrupción. La llama cáncer social. Cuando era cardenal la había llamado ”cansancio de la trascendencia”…resignación, curvarse sobre sí mismo….Esa es la corrupción. Son tantas las palabras claves del Mensaje: capacidad de la persona, apatía, desapego y cierre, compromiso concreto para contribuir a mejorar la realidad. Pero ¿mejorar en nombre de qué?”.
”Si no creo que haya un futuro- continuó- no creo que las cosas tengan sentido. Y si no creo ¿dónde puedo encontrar la confianza y la fuerza para el compromiso, para contrastar la corrupción venciendo la indiferencia?…Pero ¿ésto es hoy una culpa?. Lo es y no lo es. Y éste es, quizás, el territorio más dramático del mensaje: la indiferencia que hay que tratar con misericordia. Si veo Palmira destruida o la corrupción que se difunde me siento aplastado porque no creo que todos juntos podamos cambiar este estado de cosas. Ahí está el nihilismo”.
”La misericordia no es solamente un hecho moral, sino mental e intelectual: es libertad de pensamiento y Francisco nos está dando las claves profundas para combatir la indiferencia. Está dando la base cultural para combatir la corrupción encuadrándola en el marco más amplio de la crisis del tiempo actual que es una crisis cultural. La falta de sentido es el sufrimiento más grande porque obligándonos a un presente perenne corrompe el pasado, el futuro y el presente mismo, agotando la trascendencia, debilitando el ir más allá, hacia un sueño o un ideal. Francisco nos dice que hace falta una respuesta cultural, una filosofía de la historia en nombre de la cual combatir la corrupción”, concluyó.
El arzobispo de Monreale en el texto enviado recuerda que es determinante para la credibilidad de la Iglesia que testimonie en primera persona la misericordia con las personas más frágiles de la sociedad entre las que el Papa cita a los presos y escribe: ”Espero que en la Iglesia y en la sociedad civil se tenga en cuenta el artículo de la Constitución Italiana que afirma que las penas no pueden consistir en tratamientos contrarios al sentido de humanidad y deben tender a la reeducación del condenado. La pena dentro de la prisión tiene sentido si, mientras reafirma las exigencias de la justicia y desalienta el crimen, sirve para la renovación de la persona, ofreciendo a quien se ha equivocado una posibilidad para reflexionar y cambiar de vida, para reinsertarse plenamente en la sociedad. La comunidad cristiana está llamada a educar, ayudar, rehabilitar, a hacer sentirse a cada persona digna de ser amada y promovida en la vida social”.
A su vez don Luigi Ciotti escribe que ”la paz en la perspectiva de Francisco es lo contrario del quietismo, del quedarse tranquilo. La verdadera paz comienza con un despertar espiritual que tiene inmediatas repercusiones prácticas y exige encarnarse en acciones que llaman en causa sea nuestro ser personas que nuestro ser ciudadanos…Habitar las ”periferias” es el primer paso para la construcción de la paz, la base de una civilización más humana y de una sociedad de la cercanía, donde las personas no sean instrumento del provecho, y el bienestar de unos pocos no signifique la pobreza, la desesperación y la muerte de tantos otros”.
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