Por Rodrigo AGUILAR MARTÍNEZ, Obispo de Tehuacán |
Los obispos solemos tener algunas oportunidades para encuentro-oración-estudio-descanso. Participo en una de ellas, que organiza anualmente Acton Institute y esta vez ha sido en Lisboa, Portugal.
El clima meteorológico es frío, pero cálido el encuentro con más de cien obispos de todo el mundo, para reflexionar sobre “la globalización: encuentros, posibilidades y ensayos para la Iglesia del siglo 21”.
Pero antes de entrar propiamente a las conferencias, hemos tenido una dichosa mañana de peregrinación al santuario de nuestra Señora del Rosario en Fátima.
Gracias a Dios hace unos meses tuve el gozo de haber visto una película con las vivencias de los niños Lucía, Francisco y Jacinta y las apariciones de la Virgen María en este lugar en 1917.
He valorado una vez más la fe de estos niños: los dos más pequeños -Francisco y Jacinta, entre sí hermanos- que murieron pocos años después y ahora son beatos, y su prima Lucía, la mayorcita entonces y que murió hace poco a la edad de 97 años, habiendo dejado ella sus memorias de las apariciones y que se han difundido por el mundo entero.
Tres niños que en tierna edad nos muestran una piedad, fortaleza y ofrenda de espíritu martirial por amor a Dios y para bien de los pecadores, a fin de que no vayan al infierno.
La gente no les creía los hechos de las apariciones, pero ellos se sostenían, con discreción y firmeza, en la verdad.
Se sabía de un famoso “tercer secreto de Fátima” –o la tercera parte de los mensajes de la Virgen María- y que Lucía había consignado por escrito y se había entregado en sobre secreto a la Santa Sede. El Papa en turno leía el contenido y nada decía, hasta el Papa Juan Pablo II, ahora santo, quien reconoció y publicó el mensaje y su interpretación: “un obispo vestido de blanco que cae agonizante en medio de la sangre de muchos mártires”.
El secreto, entregado por la Virgen María a Lucía en 1917, nos remite a los hechos de 1983, en que el 13 de mayo, precisamente en el aniversario de la primera aparición de Fátima, el Papa Juan Pablo II cae agonizante por un atentado, pero milagrosamente la Virgen María desvía la bala que era certera de muerte.
En medio de ataques y persecuciones contra la fe, en torno a 1917 y 1983, lo mismo que en nuestros días, brilla el testimonio valiente de fe de niños y adultos, el cual nos estimule a nuestra respuesta de fe a Dios de acuerdo a la misión que nos encomiende.
Conviene renovar nuestra entrega fiel al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Lo que cuenta no son nuestros proyectos personales, nuestros éxitos y beneficios, sino estar en la mayor sintonía posible al proyecto de Dios en nuestra vida. Que esta fidelidad a Dios sea para el bien espiritual de muchos otros. Y se puede ser fiel a Dios desde tierna edad.
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