Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |
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La revista FORBES ha publicado unos datos oficiales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), que nos indican que, de 2012 a 2014, aumentaron dos millones de personas en situación de pobreza en México, llegando a 55.3 millones de mexicanos, que son el 46.2% de la población total, aunque no se puede dejar de mencionar que disminuyó la pobreza extrema en un 0.85%, pues más personas cuentan con servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social.
Chiapas es el Estado con mayor proporción de pobres: el 76.2% de una población cercana a los cinco millones de habitantes. Es decir, 3.96 millones de chiapanecos están en situación de pobreza; y de ellos, 1.6 millones en pobreza extrema. Le siguen Oaxaca, Guerrero, Puebla, Michoacán, Veracruz, Estado de México, etc.
Como seguidores de Jesús, ¿esto nos puede dejar indiferentes? ¿Es justo y equitativo este sistema en que vivimos? ¿Podemos relegarnos en nuestras sacristías, y dejar que el mundo ruede, sin importarnos los que sufren? ¿Esto tiene que ver con el Evangelio y con la misión de la Iglesia?
PENSAR
El Papa Francisco ha dicho:
“La causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha puesto al dios dinero, un sistema económico que excluye, excluye siempre, excluye a los niños, ancianos, jóvenes sin trabajo… y que crea la cultura del descarte en la que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ver personas descartadas. Esta es el motivo principal de la pobreza, no las familias numerosas.
El sistema social y económico es injusto en su raíz. Esa economía mata. ¡No a una economía de la exclusión! ¡No a la inequidad que genera violencia! ¡No a la nueva idolatría del dinero! ¡No a un dinero que gobierna en lugar de servir! El dinero debe servir y no gobernar.
Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una “educación” que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones—, cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes.
En nuestras ciudades está instalado el crimen mafioso y aberrante de la trata de personas, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.
Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional. Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo.
¡Cuánto daño nos hace la vida cómoda, el bienestar! El aburguesamiento del corazón nos paraliza. Algunas personas prefieren no informarse y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre.
ACTUAR
¿Qué hacer? El mismo Papa nos dice que no nos quedemos en quejas, en lamentos y en críticas al sistema; que todos podemos y debemos hacer algo para que las cosas cambien:
“¡No al pesimismo estéril! Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos”.
Y agrega algo muy concreto: “Debemos inmiscuirnos en la política, porque la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política. Trabajar por el bien común es un deber de un cristiano. Y muchas veces para trabajar, el camino a seguir es la política”. Obviamente, está hablando de la buena política, la del servicio.
¿Cómo generar otro estilo de vida y luchar por otro sistema? Dice el Papa: “Los ámbitos educativos son diversos: la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis, etc. Una buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida”.
Con ocasión de la visita del Papa a nuestra patria, reflexionemos qué podemos hacer.
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