Ya dentro de la sala de reuniones, el exorcista de la diócesis (o varios) aspergerán el lugar pidiendo a Dios que aleje las asechanzas del Enemigo de esa reunión. Se pide por la reunión, en el fondo, aunque se realice esa operación en un lugar concreto.
Después un segundo obispo pedirá a la imagen de la Virgen María que ponga su manto sobre los obispos. Tras ello se entronizará el libro de los Evangelios en el centro del espacio. La ceremonia acabará con la tercera oración dirigida a Dios Padre, realizada por el tercer obispo.
Como se ve, la ceremonia se realiza un día antes del comienzo de las sesiones, y es una ceremonia esencialmente llevada a cabo por presbíteros. Así que no quitará tiempo para las reuniones. El día que acabe la reunión plenaria tendrá lugar una ceremonia de clausura en la que se le dará gracias a la Virgen, se retirará el libro de los Evangelios y se volverá a cerrar la puerta.
Cada día que dure la reunión plenaria, si hay sacerdotes y laicos que quieren hacerlo, se dirigirán en procesión hacia la puerta de la sala, rezando las letanías y allí, ante ella, orarán que el Señor santifique y guíe a los obispos de esa nación. Eso se podrá hacer tras una de las misas de la catedral. Fácilmente, un buen número de fieles querrá unirse a esa oración a sabiendas de que los obispos están reunidos tras esa puerta. Puede haber tantos fieles que deseen unirse a esa oración, que puede que haya que realizarla dos veces al día.
Aquí acabo la serie de posts dedicados a dar ideas para las conferencias episcopales del mundo. Alguno habrá llegado a pensar que este blog había cambiado de temática y que ahora se dedicaba a los obispos. Pues no. Este blog está dedicado a mis manías y ahora a mis lectores les ha tocado atravesar este desierto, un desierto lleno de obispos, por cierto. Mañana volvemos a la normalidad en este blog. Frase bastante ambigua, sea dicho de paso.
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