Agujero Negro sin fondo: el nuevo aeropuerto de la CDMX

Alberto Gómez Barbosa

En el año de 2002, el presidente Fox propuso la construcción de un nuevo aeropuerto para la ciudad de México. Se analizaron dos opciones: Tizayuca y Texcoco. Se decidió por este último sitio, pero la resistencia de los habitantes de San Salvador Atenco detuvo el proyecto. Fox decidió construir una segunda terminal en el Benito Juárez, la cual se inauguró en 2007.
En 2013, el secretario de comunicaciones Gerardo Ruíz Esparza, revivió el tema, anunciando la construcción de un aeropuerto en Texcoco, desoyendo las recomendaciones de expertos quienes afirmaron que, de los peores lugares para obras como esa, sería el lecho del antiguo lago por su poca sustentabilidad y por el peso de las aeronaves. Texcoco sufre, según expertos del Instituto de Geología de la UNAM, hundimientos anuales de entre 22 a 35 centímetros.
Al proponerlo, se contaba ya con el proyecto encargado al arquitecto Norman Foster, asociado con José Fernando Romero, yerno del empresario Carlos Slim; el 1 de septiembre de 2013 iniciaron los trabajos. Se presentó a la nación como el segundo mayor aeropuerto en construcción en el mundo, con un costo de 169 mil millones de pesos, actualmente supera los 250 mil. Se han gastado ya 30 mil millones de pesos.
Al presentar a las empresas constructoras contratadas fue notoria la participación de ICA =que hizo perder recientemente 400 millones a PensionIssste= empresa que cuenta con contratos por diez mil 800 millones de pesos, así como Operadora Cicsa, del empresario Carlos Slim que está en espera del jugoso contrato del drenaje pluvial profundo. El monto de los contratos ya pactados es de 137 mil millones de pesos.
Gran parte de lo ejercido procede de fondos públicos. PensiónIssste no experimentó y acaba de “invertir” con mucho riesgo, junto con Afores de Inbursa y Banorte 13 mil 500 millones. Si el proyecto tiene alteraciones, perderán los trabajadores que han confiado a ellos los fondos para su retiro.

aeropuerto
Los trabajos sufren retraso, hay avance en la barda perimetral e inició la cimentación de las pistas, pero las operaciones no marchan al ritmo planeado y la Auditoría Superior de la Federación ha señalado que, tan solo de los trabajos de la barda, están sin aclarar mil millones de pesos.
En entrevista reciente realizada por Carmen Aristegui, el ingeniero Javier Jiménez Espriú, señaló que se escogió el peor lugar: subsuelo de arcilla y ondulado, inestable, salitroso, con agua a poca profundidad; hay entonces que agregar al costo de las edificaciones, el de mantenimiento que será enorme dadas las condiciones del subsuelo.
En 2015, presentaron como propuesta alterna, conservar el actual aeropuerto con sus dos terminales, y agregar dos pistas a la Base Aérea de Santa Lucía, ambos puertos aéreos están en terrenos firmes y tienen muy probado su funcionamiento. El de Santa Lucía sería un aeropuerto civil, anexo al militar.
Esto levantó airadas protestas de quienes participan en el jugoso negocio. El secretario Ruíz Esparza afirmó que los inversionistas extranjeros perderían la confianza en México, como si la cancelación del contrato del tren rápido México – Querétaro que él anuló con una empresa china y del que el erario tuvo que pagar cuantiosa multa, no fuera de importancia.
Recientemente se volvió a proponer un estudio a fondo del proyecto, afirmando que, con las obras en Santa Lucía y la conservación el aeropuerto Benito Juárez, la nación ahorraría casi 200 mil millones de pesos. No se cancelarían contratos con empresas, se les daría el mismo volumen de obra en Santa Lucía, la barda y cimentación de pistas realizadas en Texcoco servirían para crear áreas deportivas, ecológicas, aún para instalaciones militares que no requieren de cimentación mayor.
Hay lógica en la propuesta, pero los beneficiados con enormes sumas de dinero y negocios a futuro, no pueden aceptarla. No solo son los negocios de la construcción, ha trascendido que han sido comprados terrenos contiguos, de más de 4 mil hectáreas en Atenco y Texcoco, y que existe un proyecto a largo plazo para la construcción de una mega ciudad en esa área.
El plan operativo del nuevo aeropuerto contempla el cierre de los dos existentes: Santa Lucía de 3 mil hectáreas y el de Balbuena, de 600. Quedarían vacantes esos enormes terrenos, en zonas muy comerciales de la ciudad de México para su explotación inmobiliaria por el mismo grupo que ha creado los increíbles negocios.
¿Cree usted que acepten renunciar a ello?
El avance de las obras es ínfimo y cada día se encarece más. Es momento de parar la cuantiosa inversión tan mal planeada. El ahorro que se lograría con la propuesta de conservar los dos aeropuertos sería un gran apoyo para programas sociales y de desarrollo tan urgentes en México en este momento. No está el país para gastos suntuarios de esa dimensión, mal planeados y que solo benefician a los “unos cuantos de siempre”. Urge encauzar el gasto social para recuperar la economía familiar y revitalizar programas de educación, salud, seguridad social.
No podemos seguir invirtiendo en agujeros negros sin fondo.

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