Humildad, ortodoxia con humildad


Converso con lectores, me gusta conversar con ellos, y me doy cuenta de lo malo y lo bueno que hay en la Iglesia. Ciertamente que me encuentro con fieles encuadrados en dos facciones, una progresista y otra conservadora. Afortunadamente, la mayoría de los cristianos vive su fe no de forma polémica, viven su fe sin estar contra nadie. Pero estas dos posiciones van decantando paulatinamente a más miembros del clero, y con él a una parte de los fieles.
Resulta ridículo pensar que en el tradicionalismo todo es fariseísmo y error, tanto como pensar que en el progresismo todo es laxismo y traición a la Tradición. Las cuestiones morales que en este pontificado se han planteado, iban a tener que ser abordadas, antes o después, por un papa tradicional o moderno.
Algunas de esas cuestiones son especialmente complejas y hay que dejarlas a los maestros de la Iglesia, evitando que todo hijo de vecino pontifique desde una barra de bar o desde su foro de Internet. Hay grandes maestros entre los obispos y sacerdotes.
Hay pocos maestros entre los laicos, porque pocos laicos son profesores de teología. La función de enseñar la ciencia de Dios no suele estar en manos de los laicos. La ciencia de Dios, al más alto nivel, suele estar en manos del clero. Es lógico, ellos ejercen la función de maestros en el Pueblo de Dios. Como excepción hay magníficos laicos sabios al nivel de los primeros.
Pero hay una diferencia entre el laico al que le gusta leer teología y el clérigo que su trabajo es la teología. Por lo menos, al leer los escritos de unos y otros se nota la diferencia. Ya y no digamos, si uno lee a una vaca sagrada de la teología y después echa una hojeada a un teólogo dominguero. Por ejemplo, en cuestiones litúrgicas yo soy un amateur. Y no me cuesta lo más mínimo rectificar una opinión ante un sabio de los que enseñan en la Facultad de san Dámaso. No me humilla, porque cualquier profesor de allí sabe muchísimo más que yo. Y ya no digamos el erudito González López-Corps.
Pues lo mismo pasa con las cuestiones más complejas de la teología. No hay nada malo en dar la opinión propia CON HUMILDAD. Pero, al final, todos y yo nos someteremos a la voz coral de la Iglesia.

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