Por Mónica MUÑOZ|
“La presión que se ejerce sobre uno en esta sociedad hipersexualizada es lo que ha hecho que se abuse de las mujeres”, opinaba una chica en un portal de internet, donde las involucradas pretendían hablar sin tapujos de la violación de la que, muchas de ellas, habían sido objeto por parte de sus parejas. Una mujer le respondió que era una frígida y no sé cuántos insultos más, sólo por no pensar como la mayoría. La verdad es que yo no daba crédito a lo que estaba leyendo, no únicamente por lo crudo del tema, sino porque hasta hace pocos años era impensable tratar temas de sexo con tanta facilidad.
Ahora es lo más común, tal parece que a nadie le provoca tantito pudor hablar de la intimidad propia, y menos de la de otros, sin siquiera un leve asomo de rubor en las mejillas. Ni qué decir de comentar algo semejante entre hombres y mujeres, ¡por favor!, ¿dónde quedaba la decencia? Por supuesto, esta situación ha venido cocinándose poco a poco, con el propósito de llegar a lo que vemos en la actualidad: niños y adolescentes comportándose como adultos y jóvenes que no quieren afrontar las consecuencias de sus actos, porque ante tanta apertura sexual, están convencidos de que lo importante en este mundo es darle gusto al cuerpo porque la vida es corta. Y si por accidente se embarazan, ya está, para eso es el aborto, para deshacerse de inconvenientes.
¡Pobres generaciones nuevas! Lo peor del caso es que esto ocurre ante las barbas de los adultos que nada hacen por tomar las riendas del problema, por muchas razones: primero, porque creen vehementemente que sus hijos son sus amigos, por lo tanto, hay que consecuentarlos en lugar de corregirlos.
Segundo, porque en ellos ha surtido efecto la poderosa droga de los medios de comunicación que han hecho muy bien su tarea de aleccionar con telenovelas y programas basura a la gente de todas clases y condiciones sociales para que olviden que existen principios morales y valores, que les han hecho creer que la virginidad pasó de moda y los mandamientos de la Ley de Dios son cosa obsoleta y asunto de beatas de Iglesia.
Tercero, porque estamos imbuidos en un ambiente hedonista e individualista, en el que nadie quiere esforzarse de más, a no ser que le traiga beneficios, en el que el sacrificio por los otros ha perdido sentido, porque además, nadie quiere sufrir, ¿cómo? Para eso los comerciantes de todo tipo nos han facilitado la vida, con un clic sobre alguna aplicación del teléfono inteligente tenemos todos los servicios a nuestro alcance, sin necesidad de desinstalarnos de nuestra comodidad.
Cuarto… bueno, la lista puede continuar buscando males en nuestra sociedad, sin embargo, la raíz de todo es que hemos caído en el absoluto libertinaje, palabra chocante que se ha perdido en el diccionario y que se refiere a confundir la libertad, que se rige por límites y respeto de las leyes, con el actuar de un ser irracional que se deja conducir por los instintos más básicos: comer, dormir, sentir placer. Y por eso, como consecuencia tenemos un sinfín de problemas sociales.
Y si no, sólo analicemos lo siguiente: una persona libre, estando en la calle siente apetito y busca algo de comer. Sabe que necesita una porción de alimentos sanos y opta por ingerir una fruta, queda satisfecho y espera a llegar a su casa para comer bien. En la misma situación, una persona libertina desea comer y para saciarse compra frituras y comida chatarra, dándose tal atracón que su estómago le protesta, sintiendo malestar el resto del día. De este desorden derivan la obesidad y otras enfermedades. Otro ejemplo. Una persona libre siente atracción por alguien. Decide presentarse, conocerla, platicar, invitarla a salir, compartir gustos y aficiones y, si llegan a entenderse, iniciar un noviazgo que los llevará al matrimonio. Una persona libertina buscará satisfacer sus pasiones sin compromiso de por medio. ¿Consecuencias? Embarazos de adolescentes, enfermedades venéreas, hijos no deseados, familias rotas, prostitución, alcoholismo, drogadicción, pandillerismo, asesinatos, robos, y un largo etcétera. Uno más: es la hora de levantarse para ir a trabajar. La persona libre brincará de la cama al primer timbrazo del despertador. El libertino dejará pasar muchos minutos y finalmente decidirá faltar a su empleo. ¿Qué veremos como resultado? Vagancia, “ninis”, desempleo, baja productividad en negocios, cierre de fuentes de trabajo, en fin.
Para quien tiene como prioridad el goce y el placer momentáneo, será muy complicado hacer algo grande en la vida. Para ello se requiere dominio de sí mismo, educando la voluntad y venciendo en las tentaciones, y a veces, hasta negándose cosas positivas por ofrecerlas a los demás. Todos podemos hacerlo, pues Dios nos ha dotado de inteligencia y más aún, la voz del Espíritu Santo nos habla a través de la conciencia para alertarnos cuando vamos por mal camino. Es obvio que quien se forma en valores humanos y cristianos tendrá ventaja sobre quien desconoce la riqueza recibida de parte de Dios.
El libertinaje es sólo un eslabón en la larga cadena de antivalores, pues nos convierte en esclavos de nuestras pasiones y vicios, dejando que sean ellos los que determinen nuestro comportamiento.
Es necesario que entendamos que vivimos dentro de una sociedad, tomando en cuenta que las leyes y reglas se han hecho para ayudarnos a convivir con respeto hacia los derechos de los demás, recordando constantemente que mi libertad termina donde empieza la del otro. Y desde esa postura, hacer el bien, sin mirar a quien, como reza el dicho.
Aprendamos a ponernos límites para que un día, podamos llegar a ser totalmente libres.
¡Que tengan una excelente semana!
Publicar un comentario