Pbro. Armando González Escoto
No debemos olvidar que en Jalisco estamos ya en la era del gobierno ciudadano, algo que no habíamos tenido desde los lejanos tiempos de la independencia. Bueno, eso es lo que deberíamos tener si nos atenemos a la publicidad electoral que llevó al poder a las actuales autoridades del estado y de varios municipios.
La democracia es en sí un gobierno ciudadano, pero en México tal sistema ha sido establecido desde la representatividad, es decir, no es la gente la que gobierna en directo, lo hace por medio de sus representantes, en cualquiera de los Tres Poderes y de los tres niveles de gobierno.
Esta representatividad ha estado monopolizada por los partidos hasta antes de que se legalizaran las candidaturas ciudadanas, de tal modo que si un ciudadano deseaba realmente tomar parte en el gobierno, debía inscribirse en un partido, única y exclusiva puerta de acceso al poder.
Al margen de la realidad social, los partidos acabaron representando las tendencias sociales más publicitadas, no necesariamente las de mayor aceptación. Si a esto le añadimos que un alto porcentaje de la población no se siente representada por ningún partido, tendríamos que pensar que en México más que una democracia lo que impera es una dictadura de partidos siempre en pugna, pero siempre ganando jugosos salarios.
Pero los partidos son organismos complejos, beneficiarios de presupuestos oficiales onerosos y -por ende- pozos profundos de todo tipo de intereses; situación que a la postre los llevó a representar ya no a la sociedad, o a sus tendencias más publicitadas, sino a sí mismos. En efecto, y como un ejemplo bastante obvio, los diputados en el Congreso no representan a la ciudadanía, representan a los intereses oscuros de sus partidos, usan y abusan de su función a espaldas de la gente y no pocas veces, en contra de la misma gente, imponiéndole pesadas leyes y crecidas multas, en lugar de promover programas educativos que ayuden a las personas a elevar su conciencia cívica y su nivel de responsabilidad como ciudadanos.
Ante esta incurable podredumbre partidista, surgió por ahí un ingenioso que postuló un partido verdaderamente ciudadano, más allá del partidismo tradicional, incluso ni siquiera le quiso llamar partido, le llamó “Movimiento Ciudadano” para evitar cualquier tipo de contaminación verbal con los odiados partidos anteriores, promotores de la corrupción y de la impunidad.
Y aquí está la ciudadanía, observando y esperando a ver a qué hora el “movimiento ciudadano” la incluye, no obstante y se tengan ya evidencias, cada vez más claras de que todo pueda quedar en un simple recurso publicitario, ni movimiento ni ciudadano, un partido más, igual que los ya bien conocidos, un engañoso anzuelo que mordió la gente creyendo que ahora sí las cosas cambiarían.
Siempre hay excepciones; indiscutiblemente, más que el partido, la gente que gobierna Zapopan ha mostrado efectivamente cambios muy positivos en el modo de gobernar y de incluir a la comunidad, no en vano le han dado al alcalde otros tres años responsabilidad. Ojalá y cambios reales y trascendentes los podamos ver en todo el estado, y en sus municipios, al margen del partido que esté al frente.
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