Nuestro Dios es el Dios de las palabras y también del silencio








Nápoles (Italia) (AICA): ¿Cómo interpretar el silencio de Dios frente a las dificultades y la corrupción y como responder a ellos dando signos de esperanza?, preguntó una joven al papa Francisco en el último acto público que tuvo lugar en el paseo marítimo Caracciolo. “Dios, nuestro Dios -contestó Francisco- es un Dios de las palabras, es un Dios de los gestos, es un Dios de los silencios. Piensen en los grandes silencios de la Biblia. El silencio más grande de Dios fue la Cruz: Jesús sintió el silencio del Padre hasta definirlo ´abandono´. Y después ocurrió aquel milagro divino, aquella palabra, aquel gesto grandioso que fue la Resurrección”.



¿Cómo interpretar el silencio de Dios frente a las dificultades y la corrupción y como responder a ellos dando signos de esperanza?, preguntó una joven al papa Francisco en el último acto público que tuvo lugar en el paseo marítimo Caracciolo.

“Dios, nuestro Dios -contestó Francisco- es un Dios de las palabras, es un Dios de los gestos, es un Dios de los silencios. El Dios de las palabras sabemos cómo es porque en la Biblia están las palabras de Dios: Dios nos habla, nos busca. El Dios de los gestos es el Dios que va...Y después está el Dios del silencio”.




“Piensen en los grandes silencios de la Biblia: por ejemplo, el silencio en el corazón de Abraham cuando iba a ofrecer en sacrificio a su hijo. Pero el silencio más grande de Dios fue la Cruz: Jesús sintió el silencio del Padre hasta definirlo 'abandono'. Y después ocurrió aquel milagro divino, aquella palabra, aquel gesto grandioso que fue la Resurrección”.




Nuestro Dios es también el Dios de los silencios y hay silencios de Dios que no pueden explicarse si no se mira al Crucifijo. Por ejemplo ¿por qué sufren los niños? ¿Dónde hay una palabra de Dios que explique porqué sufren los niños? Ese es uno de los grandes silencios de Dios. Y no digo que el silencio de Dios se pueda 'entender', pero podemos acercarnos a los silencios de Dios mirando al Cristo crucificado, al Cristo abandonado desde el Monte de los Olivos hasta la Cruz.”




Pero “Dios nos creó para ser felices”. Sí, es verdad. Pero tantas veces calla. Es verdad. Y yo no puedo engañarte diciendo: “No, ten fe y todo te irá bien, serás feliz, tendrás suerte, tendrás dinero. No, nuestro Dios está también en el silencio. Acuérdate: es el Dios de las palabras, el Dios de los gestos y el Dios de los silencios: debes unir estas tres cosas en tu vida. Esto es lo que puedo decir. Perdoname. No tengo otra 'receta'”, concluyó el Pontífice.




La soledad es el veneno más fuerte para los ancianos



La segunda interlocutora fue una anciana de 95 años que agradeció al Papa su defensa de la “larga vida”, un don que la sociedad actual no aprecia o descarta y contó que había encontrado una comunidad cristiana, que le daba afecto y fuerza y con la que se sentía en familia




“Usted pronunció una palabra clave de nuestra cultura: “descartar” -observó el Pontífice- Los ancianos se descartan porque esta sociedad tira lo que no es útil: usar y tirar. Los niños no son útiles ¿por qué tenerlos?




Se descartan los niños, se descartan los ancianos porque se les deja solos. Nosotros, los ancianos, tenemos achaques, problemas y damos problemas a los demás y quizás la gente nos descartan por nuestros achaques, porque ya no servimos. También hay esta costumbre -perdónenme por esta palabra- de dejar que se mueran y, como no nos gusta usar eufemismos, digamos la palabra técnica: eutanasia. Pero no solamente la eutanasia que se lleva a cabo con una inyección, sino la eutanasia oculta, la de no darte los medicamentos, ni las curas, hacerte triste la vida y así uno se muere, se acaba.




Pero ese camino que usted encontró es la mejor medicina para vivir mucho tiempo: la cercanía, la amistad, la ternura.




La soledad es el veneno más fuerte para los ancianos. A ustedes, los hijos, les recuerdo el cuarto mandamiento. ¿Son afectuosos con sus padres, los abrazan, les dicen que los quieren? Hacen un buen examen de conciencia. El afecto es la mejor medicina para nosotros, los ancianos”.+







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