Juan López Vergara.
Nuestra Madre Iglesia ofrece hoy una lectura del Santo Evangelio según San Lucas, que se compone de dos textos perfectamente definidos, los cuales describen la forma en que concibieron su Misión: el propio Evangelista (Lc 1, 1-4), y el Señor Jesús (Lc 4, 14-21).
La solidez del Evangelio
Lucas, conforme al estilo característico de los historiadores de su época, introdujo su obra con un prólogo compuesto con esmero. En él, explica que su trabajo consistió en reflexionar la Historia del “Acontecimiento Jesús”, siempre con vistas en su ilustre destinatario: Teófilo, a quien el Evangelista dedicó sus afanes, y por ello le informa haberse dado a la tarea de escribírselo por orden.
Lucas se reconoce deudor de la Tradición, pues su labor cristalizó sólo después de investigar con minuciosidad las cosas como las transmitieron quienes fueron testigos desde el principio y que participaron en la predicación, para que Teófilo, sin duda, representante de la comunidad, aquilatara la solidez de lo que se le había enseñado (véase 1, 1-4).
El proyecto vital de Jesús
El Evangelista describe, así, el inicio de la predicación de Jesús: “Después de que Jesús fue tentado por el Demonio en el desierto, impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las Sinagogas; todos lo alababan, y su fama se extendió por toda la región” (vv. 14-15). A continuación de este denso sumario, Lucas presenta uno de los momentos decisivos de la vida de Jesús, que tuvo lugar en la Sinagoga de Nazareth, a la que acostumbraba asistir, y en la cual expuso que su Misión consistiría en dar cumplimiento a las promesas contenidas en el Libro del Profeta Isaías (véanse vv. 16-21).
Dicho comienzo aconteció en el poblado donde Jesús creció y abrevó de las fuentes eternas de la Palabra, y en el que esbozó un programa que resalta por su extrema personalización, puesto que aparece más como una predicación sobre el propio Mensajero que sobre el Mensaje: “El Espíritu del Señor está sobre Mí; por eso me ha ungido para llevar a los pobres la Buena Nueva; me ha enviado a anunciar la liberación a los cautivos y dar la vista a los ciegos; para dar libertad a los oprimidos y proclamar el Año de Gracia del Señor” (vv. 18-19). Lucas presenta a Jesús como el Sacramento de la Misericordia del Padre.
Con la mirada en Jesús
Hans Urs von Balthasar, extraordinario Teólogo, afirma que “todo cristiano y, más aún, todo santo, vive una existencia teológica. Su vida es expresión de la Doctrina Evangélica, cuya esencia es la identidad con Cristo, de palabra y de vida”.
En el primer párrafo de la oración para el Jubileo de la Misericordia, leemos: “Señor Jesucristo, Tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del Cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él”.
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