Abren las causas de beatificación de los dos grandes apóstoles de la Virgen de Luján

Abren las causas de beatificación de los dos grandes apóstoles de la Virgen de Luján

Luján (Buenos Aires) (AICA): El arzobispo de Mercedes Luján, monseñor Agustín Radrizzani SDB, confirmó que el 8 de mayo se hará el anuncio público de la apertura de las causas de beatificación de los dos grandes apóstoles de la Virgen de Luján: el Negro Manuel y el sacerdote vicentino Jorge María Salvaire. El prelado hará el anuncio formal del inicio de los procesos canónicos en dos misas: Una a las 11.30 en la catedral porteña que concelebrará el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina. Y otra en la basílica de Nuestra Señora de Luján, a las 17, junto con sacerdotes y peregrinos del santuario mariano nacional.
El arzobispo de Mercedes Luján, monseñor Agustín Radrizzani SDB, confirmó que el 8 de mayo se hará el anuncio público de la apertura de las causas de beatificación de los dos grandes apóstoles de la Virgen de Luján: el Negro Manuel y el sacerdote vicentino Jorge María Salvaire.

El prelado hará el anuncio formal del inicio de los procesos canónicos en dos misas: Una a las 11.30 en la catedral porteña que concelebrará el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina. Y otra en la basílica de Nuestra Señora de Luján, a las 17, junto con sacerdotes y peregrinos del santuario mariano nacional.

Monseñor Radrizzani escribió un mensaje que será leído en todos los templos en las misas de los días 7, 8 y 9 de mayo.

El arzobispo mercedino destacó la alegría de la Iglesia en la Argentina de hacer este anunció en el marco del Año Jubilar de la Misericordia, proclamado por el papa Francisco.

Asimismo, indicó que se dieron los primeros pasos canónicos para presentar ante la Congregación de las Causas de los Santos el pedido de beatificación del Negro Manuel († 1686) y del sacerdote vicentino Jorge María Salvaire (1847-1899), ambos “grandes servidores y apóstoles de la Virgen de Luján, que fallecieron en su Villa, invocándola con conmovedoras palabras de confianza”.

“El Negro Manuel en la última enfermedad, dijo: ‘que su Ama, la Virgen, le había revelado que había de morir el viernes, y que el sábado siguiente lo llenaría de gloria’; y el padre Salvaire, en el último suspiro de su vida exclamó: ‘Señor, Dios mío, quiero morir amándoos hasta mi último aliento. Virgen Santísima de Luján, Madre mía, perdón si alguna vez os ofendí y si no trabajé bastante en vuestra gloria. ¡Ah! Ella viene a buscarme; me voy a la eternidad’”, recordó.

“Y como murieron en opinión de santidad, sus cuerpos descansaron a los pies de su bien amada imagen de Nuestra Señora de Luján a la espera de la resurrección final. El Negro detrás del altar mayor de la capilla colonial de Montalvo, y Salvaire en la basílica cuya construcción promovió”.

Monseñor Radrizzani explicó que “precisamente en razón del lugar de fallecimiento, la actual ciudad de Luján, nuestra arquidiócesis se ha constituido formalmente en promotora de los procesos. Habiendo sido ya nombrados los postuladores y las comisiones históricas que promoverán los respectivos trámites a la espera de recibir de dicha Sagrada Congregación la aprobación necesaria”.

“Recién estamos en la primera etapa de un largo camino que recorreremos juntos, ofreciendo nuestras oraciones y cuánto podamos hacer para difundir estas nobles y santas causas; y para que ellas prosperen con la bendición de Dios y la intercesión maternal de Nuestra Señora de Luján, hasta el día que tengamos la dicha de verlos declarados beatos. Confiemos que ese día llegará, si la voluntad del Señor se manifiesta en tal sentido”, pidió.

El prelado aseguró que “estos dos hermanos en la fe, cuya beatificación proponemos, son hombres de verdaderas entrañas de misericordia. Por tal motivo sus figuras adquieren en esta Año Jubilar de la Misericordia una significación particular, convirtiéndose para nosotros en modelos de imitación para cruzar confiados la Puerta de la Misericordia, buscando juntos encontrarnos con el corazón misericordioso de Dios Padre, revelado por su Hijo, y movidos por la acción santificadora del Espíritu”.

“Tanto el Negro Manuel como el padre Salvaire fueron manifestación viva del tierno amor a la Virgen de Luján, devorados de un santo celo para procurar su mayor gloria; y sembradores de las obras de misericordia proclamadas por Jesús, como camino seguro para alcanzar el cielo”, destacó.

Monseñor Radrizzani precisó que “el primero las cumplió con suma generosidad en las dos capillas donde ejerció el humilde ministerio de sacristán: en la estancia de Rosendo de Oramas (en el lugar del milagro) y en la de Montalvo (en la Villa de Luján); y el segundo, con caridad heroica, en la docencia, la evangelización de los indígenas, la redención de cautivos, las misiones en las zonas rurales y pueblos de campaña, y en la agotadora pastoral del Santuario de Luján, cuando éste comenzó a ser visitado por verdaderas multitudes”.

“A estos dos fieles servidores de la Virgen los vieron sus contemporáneos ocupados continuamente en atender con diligencia evangélica preferentemente a los peregrinos; en enseñarles a pedir el favor de Dios con confianza y sencillez, invocando la poderosa intercesión de María; en señalar a los ignorantes los caminos de la salvación; en consolar a los tristes y afligidos; en atender a los enfermos; en socorrer a pobres y menesterosos; a volver a los extraviados al perdón divino, preparándolos a la recepción de los sacramentos; a recordar y agradecer la milagrosa historia de la Virgen de Luján; y a propagar el rezo fervoroso del rosario por los vivos y difuntos”, subrayó.

El arzobispo consideró que “dentro de la historia del Santuario de Luján ambos constituyen un capítulo edificante; y deben figurar en un lugar de honor en el corazón de todos nosotros. Por tanto, nos comprometemos desde hoy a colaborar en la difusión de sus causas para que un día en el frente de la grandiosa Basílica de Luján puedan ser contemplados sus rostros por todos aquellos que admiran sus señeras figuras y sus desvelos por enaltecer a la que consideraron ‘Dueña y Señora’ de sus corazones”.

“El corazón del Negro Manuel era el de un laico, casado y seguro con hijos; el de Salvaire, el de un sacerdote de vida comunitaria y votos religiosos, desbordante de compromiso evangelizador y de piedad mariana. El Negro Manuel venido desde Angola, vía Brasil, al entonces Río de La Plata, en calidad de esclavo. El padre Salvaire desde Francia a la Argentina, en calidad de inmigrante religioso para integrarse a las labores apostólicas de sus co-hermanos vicentinos o lazaristas. Y los dos, enamorados del tierno rostro de la Imagen de Luján no bien la vieron por primera vez”, afirmó.

“Ahora miremos por un momento nuestros corazones, que también guardan como preciado tesoro la devoción a Nuestra Señora de Luján, aprendida desde niños, para prometerle a la Santísima Virgen que al visitar su Basílica vamos a rezar para que por su poderosa intercesión nuestra Arquidiócesis alcance de la Sagrada Congregación de los Santos la petición que presentará en los próximos meses”, concluyó.+
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